Empeñado en 'loperizarse'
La guerra con los ultras agrieta el mandato de José María del nido al frente del Sevilla, tras una década que ha dado qué hablar
donostia
JOSÉ María Del Nido (Sevilla, 6-VIII-1957), abogado y presidente de la otra mitad de la capital andaluza, está enfrascado ahora en la guerra contra el grupo ultra Biris Norte justo el año en que cumple una década al frente del Sevilla, al que sacó de una brutal crisis económica y relanzó en el mapa futbolístico con seis títulos en el zurrón, más allá de los entramados personales que le confinan un día sí y otro también en los tribunales, atribulado por varias causas de dudoso comportamiento. Un relato que ha propiciado la progresiva loperización del club del Pizjuán.
Corría el 28 de mayo de 2002 cuando Roberto Alés le cedió el bastón de mando tras una austera gestión donde el contador de la luz se mimaba al máximo y no había ni para la compra de balones, por mucho que Del Nido se afanara en asentir que la deuda de 40 millones de euros era "simple calderilla", aprestándose a convertir aquello en una compañía mercantil que exigió sacrificios: las ventas de Reyes en 2004, y de Ramos y Baptista en 2005. Operaciones justificadas con el periodo glorioso que llegó de la mano de Juande Ramos, relevo de un Joaquín Caparrós que había sedimentado las bases para gestar una plantilla donde la cantera era parte de la materia prima.
Convirtió al Sevilla en una máquina perfecta de hacer fútbol con jugadores que habían recalado el verano anterior, casos de Palop, Kanouté o Luis Fabiano. En 15 meses, del 10 de mayo de 2006 al 19 de agosto de 2007, plasmó una gesta histórica que solo superó el Barça de Guardiola, ya que amasó cinco entorchados, 2 Copas de la UEFA, una Supercopa de Europa, una Copa y una Supercopa, hasta el punto de coronarse en la clasificación de la IFFHS como mejor equipo del mundo. Sin embargo, el fatal fallecimiento de Antonio Puerta tras caer fulminado sobre el césped víctima de un problema cardiaco, supuso tan duro golpe que provocó lo que el entorno sevillista acuñó como el "anticlímax" del club. Un círculo vicioso encadenado por la marcha de Juande al Tottenham en octubre, con el sueño truncado de haber acariciado el título de Liga y la frustrada remodelación del Sánchez Pizjuán.
carrusel de técnicos Empezó ahí el carrusel de técnicos, dado que Manolo Jiménez no fue capaz de soportar la presión, lo que el dirigente denominó como "problema sociológico", si bien aguantó dos años en el cargo tirando con una tercera posición y el billete de la Champions, amén de la final de Copa que levantó finalmente Antonio Álvarez. Manzano, Marcelino y Míchel -que podría correr peligro si pierde hoy en Anoeta- entraron en el tiovivo.
Y aunque Del Nido se ha afanado en promover el sevillismo en cientos de actividades sociales, la entidad ha caído en la incertidumbre, aliñada con la consiguiente adquisición de acciones por parte del presidente, ya que su familia ha comprado el paquete de José María González de Caldas. Y es que hay ya quienes le acusan de querer eternizarse en el sillón, reconociendo él mismo que seguirá en él "mientras tenga fuerzas".
La afición, siempre soberana, reflejaba ya su desencanto con una directiva que empezaba a flaquear con su política de fichajes, pero la batalla en la grada contra el presidente anida en el enfrentamiento con los Biris, los radicales violentos a quienes pretende desalojar y que se han conjurado para derrocarle. En julio del año pasado dicho grupo protagonizó una pelea en Rota en un amistoso contra un combinado local, y al final de dicho test causaron una batalla campal que fue la gota que colmó el vaso de Del Nido, hastiado por otros incidentes por el uso de bengalas. Ahí se inicia la campaña antiviolencia en el estadio, en concreto en la zona de gol norte, con medidas de vigilancia especiales, instalándose unas rejas en la grada y no permitiendo la entrada a hinchas que no presentasen en la puerta su DNI, además de tener una fotografía en el propio abono y de someterse a un cacheo.
Pero a la figura de Del Nido en nada le ayudan cuestiones como que el más pequeño de sus hijos, Adrián, pudiera haberse beneficiado económicamente del fichaje de Alban Bunjaku, jugador del filial que ni siquiera ha tenido participación en el Sevilla Atlético. Tampoco que el mandatario propusiera para los directivos una retribución económica, coincidiendo con el hecho de que por primera vez en diez años el club arroje pérdidas, fraccionando los pagos a sus futbolistas y mirando de reojo al deterioro de sus empresas -en el sector inmobiliario-, así como a diversos asuntos de lo ajeno. Hablamos del caso Minutas, por el que pesaba sobre él una condena de siete años y medio de cárcel por irregularidades en los trabajos efectuados para el Ayuntamiento de Marbella, así como del caso Fergocón, igualmente por presuntas corruptelas en el paraíso turístico andaluz en la era de Julián Muñoz. Asimismo, el pasado mes de junio se destapó que Del Nido empleó a su antojo recursos del club para su uso lúdico y privado. Concretamente, dos vehículos y dos chóferes oficiales del Sevilla durante los cinco días que pasó de fiesta en la romería del Rocío. Antes había anunciado un alto número de despidos en el club al no poder sostener el fuerte proyecto por los decepcionantes resultados de los últimos años. "Hay que poner los pies en el suelo", había preconizado.
Pero nada le detiene. El prisma de Del Nido es otro. "Si yo hubiera tenido la suerte en alguno de mis 55 años de socio de haber tenido al frente a un presidente que tras 60 años de sequía me hubiera dado tres títulos europeos, tres nacionales, 90 millones de beneficio y colocado al Sevilla a la altura que está ahora, estaría paseándolo a hombros todos los días", sostiene sin ruborizarse. "No existe debate en torno a la presidencia porque no hay nadie que quiera ser candidato... estar continuamente preguntando cuándo me voy a marchar no lo entiendo. Porque no me quiero marchar ni nadie me está pidiendo que me vaya", zanja.
la figura de monchi En su andadura una figura capitaliza el éxito por encima de cualquier otra, la del exguardameta y director deportivo, Ramón Rodríguez Monchi, un buen tipo que bebió de buenas fuentes (Cantatore, Bilardo, Luis Aragonés, Maradona?), con una libreta atada a la mano y que puso en marcha el departamento de Metodología, Tecnificación y Captación. Aunque a día de hoy ya no logra comprar tan barato, tener tan bonito y vender tan caro, en la memoria quedan traspasos del calibre de Dani Alves al Barcelona: lo trajo por 500.000 euros procedente del Esporte Clube Bahía en 2002 y seis años más tarde lo vendió por más de 35 millones. Baptista recaló en el Real Madrid por 22 millones, mientras que Adriano y Keita supusieron grandes negocios ingresando 24 millones por ambos, y 10 por la marcha de Poulsen a la Juventus tras haber aterrizado desde el Schalke con la carta de libertad. Perotti, que había costado solo 200.000 euros, se convertiría en una de las estrellas rindiendo a un gran nivel. Eso sí, para lástima del sevillismo la plantilla actual representa la cara y la cruz del papel de Monchi en el terreno de las contrataciones.
En este horizonte Del Nido empieza a tener oposición interna. "Tiene semilla, pero no tiene sitio, apenas un grupo cada vez más escaso de radicales alimenta esa corriente opositora. Hay semilla, pero poca huerta donde crecer", dicen. Una opinión que corrobora el omnipresente presidente. "Que nadie crea que se nos va a parar en el camino por muchas zancadillas que se quieran poner, que se va a variar el rumbo por mucho que se quiera gritar, que nadie piense que se va a quebrar la voluntad de todo un Consejo en el que sea yo el presidente, por muchos gritos que haya en el Ramón Sánchez Pizjuán", glosa a modo de cancionero popular. Y constata: "Me siento fuerte". Aunque buena parte de esa otra mitad de la capital sienta cierto contagio, el de la ya denominada loperización.