Donostia – La sede de EH Bildu en el barrio de Igara, en Donostia, parece una startup. Moderna, luminosa, cumple con la máxima del ‘todo comunica’. Aquí nos recibe Arnaldo Otegi (Elgoibar, 1958), que este sábado revalidará su liderazgo al frente de EH Bildu, ahora como secretario general. Otegi viste americana gris, camisa blanca y pantalones y zapatillas de color negro. En su despacho, de tonos suaves, destaca entre otros elementos el ‘Guernica’ de Picasso. El dirigente independentista se muestra cercano y relajado. Considera que definitivamente ha llegado la fase de poder ser fuerza de gobierno. “Eso exige cabalgar contradicciones”, asume. A su juicio, “el independentismo necesita gobernar el país para todos y todas”, y demostrar que de ese modo “las cosas van mejor”.

¿Cómo aborda esta etapa que abre el III Congreso de EH Bildu?

–Con la satisfacción y la ilusión de estar en un tránsito importante. Los últimos años han sido muy fructífero. Se está abriendo la posibilidad de debatir sobre nuestro autogobierno, en los siete territorios, con mayor o menor intensidad. Tenemos enormes retos como país. Seguimos siendo una nación dividida, no reconocida, con graves vulnerabilidades. Otros retos vienen de la época: transición ecosocial, industria, digitalización.... Eso nos lleva a un debate sereno sobre qué necesita el pueblo vasco, vasconavarro. En EH Bildu estamos en el tránsito de consolidar una oferta de alternativa de Gobierno. El país no da para mayorías absolutas, tenemos que fijar un programa democrático y popular, con aspiraciones de gobernar.

Que su liderazgo perdure en un contexto tan cambiante es llamativo.

–Viene un poco ligado a una historia personal y política en la izquierda independentista. En un mundo líquido los liderazgos más o menos prolongados, con aspectos positivos y probablemente no tanto, llaman la atención. Mi impresión es que mantener la perdurabilidad de los proyectos es bueno, da cierta seguridad y certeza en momentos en que la sociedad percibe mucha inestabilidad. Hay compañeros y compañeras que consideran que mi aportación todavía es buena para el proyecto, pero no tengo intención de eternizarme, porque creo en los liderazgos colectivos, los necesitamos, las nuevas generaciones están ocupando labores de dirección, y yo ayudaré en lo que pueda.

¿Es este su último mandato?

–No está decidido, no sería bueno especular, porque tampoco sabes por dónde te va a llevar la vida y qué derroteros va a tomar, pero no tengo intención de perdurar en el cargo hasta edades muy avanzadas porque entre otras cosas hay que abrir paso a otras generaciones. Hay que saber estar y saber irse a tiempo.

Muchos se preguntan qué tiene la política para que les guste tanto.

–Mucha gente que jamás ha militado. Todo el mundo dice lo bien que viven los políticos, pero nadie se compromete. Es parte de un marco de desprestigio sobre todo de la extrema derecha, al que han coadyuvado muchos políticos convencionales.

Va a cumplir 67 años, ¿cuál es el tránsito que ha recorrido en el último medio siglo?

–Muy convulso, con periodos muy duros, en el que también hemos madurado políticamente. El actual estado de la izquierda independentista, abertzale o soberanista es la madurez política. Hemos aprendido mucho en este tránsito, hemos sido conscientes de que necesitábamos cambiar y cambiar profundamente. Nadie tiene derecho en ningún caso a destruir las ilusiones de la gente. Estoy muy satisfecho de haber contribuido al cambio de estrategia, creo que eso ha hecho un país mejor y ha aliviado muchas de las cargas a mucha gente. Todavía quedan algunas que hay que resolver, como el tema de los presos. Y ahora frente a los nuevos retos y frente al auge del autoritarismo hay que hacer programas de mínimos y frentes amplios. Ahí estamos acertando.

Hay gente que dice que con esa maduración han llegado donde estaban ellos hace 40 años.

–Yo no lo creo, es verdad que el movimiento abertzale se dividió al analizar qué era y qué nos ofrecía la Transición. Yo no haría una narrativa de quién tuvo razón y quién no, probablemente en las dos partes había razones políticas, pero ahora todo el mundo entiende que la Transición no fue tal, que quienes pusieron los límites ahora desde la extrema derecha siguen tratando de ponerlos. Todo el mundo es consciente de que los marcos de autogobierno son limitados. El análisis crítico de la Transición ya es muy compartido. En todas las crisis en el Estado aparecen los problemas nacionales, porque no están resueltos en términos democráticos.

En su Congreso asistirá Oriol Junqueras. De lo ocurrido en Catalunya se han sacado lecciones.

–Una experiencia con muchos valores y virtudes; pacífica, democrática, concitando en un momento dado a la mayoría social. La estrategia unilateral ha demostrado sus límites. Al final te enfrentas a un Estado poderoso. Pero el problema sigue ahí. Podemos tener una oportunidad de buscar una solución democrática al problema nacional, lo tenemos que intentar.

¿Junts es un partido de derechas?

–Sin duda.

¿Entonces cuál es esta mayoría en torno al Gobierno español?

–No existe un bloque de investidura como tal. Desde Euskal Herria Bildu estamos de acuerdo en que hay que parar a las extremas derechas, pero un bloque de investidura que ejerza de manera responsable debería ser capaz de poner las prioridades encima de la mesa y un programa de mínimos que todos deberíamos defender. El problema es que si no conformas una bloque que tenga claro que hay que parar a la derecha y poner en marcha reformas pactadas de mínimos, cada partido juega a su propio interés. Una especie de noria en la que cada votación se convierte en un espectáculo no muy edificante y que aleja a la gente de la política.

¿Le llama la atención las ganas que le tiene la derecha a Pedro Sánchez?

–No, yo creo que la lectura de la derecha extrema y la extrema derecha es que el PSOE se está alejando de su espacio natural, del bloque del régimen del 78, el que reivindican Felipe, Alfonso Guerra o García-Page. El PSOE de Sánchez se está alejando de ese pacto en la medida que ha hecho un Gobierno con esa izquierda bolivariana comunista, ha tratado en Catalunya de hacer cosas diferentes, puede llegar a entender la plurinacionalidad de otra manera, y eso lo observan como un peligro flagrante.

¿Tiene contacto con Zapatero?

–Sí, no tan periódico porque viaja mucho, pero seguimos manteniendo el contacto.

Una forma de transmitir a Sánchez temperaturas...

–Sí, (Zapatero y yo) estuvimos embarcados en un intento de solución negociada a la estrategia armada que había en el país. Creo que ha jugado un papel fundamental en la evolución de este PSOE, que muchos no le perdonan. Mantenemos una relación pienso que sincera en la que nos decimos las cosas tal y como las pensamos.

En Aiete usted se dirigió a las víctimas de ETA: “Su dolor nunca debió haberse producido”. “Nos comprometemos a tratar de mitigarlo”. Acaba de hablar de ‘estrategia armada’. Esos eufemismos van en dirección contraria del potencial de ese texto.

–Es discutible. Entendemos que hay relatos diferentes y que va a seguir habiéndolos.

La Red de Personas Torturadas en Navarra habla de memoria inclusiva. Habrá un consenso de que matar, torturar, extorsionar o herir era una indecencia.

–Más allá de buscar el relato común lo fundamental para mí es que hemos generado condiciones, creo, para que no se vuelva a repetir. Esto no se tiene que repetir, porque ha generado lo que ha generado.

En la Ejecutiva de EH Bildu no estarán Alternatiba ni EA. La hegemonía es de Sortu.

–Están en la Mesa Política.

Pero no en la Ejecutiva.

–La Mesa Política se va a reunir cada dos meses pero vamos a tener que corregir eso para una mayor asiduidad. Cuando se propone a un diputado o diputada nadie pregunta si es de Sortu, bilkide, de Eusko Alkartasuna... Ante los grandes retos hay que construir frentes amplios con programas de mínimos, necesariamente plurales. Más allá de los partidos, también hay personas que aportan a título personal y te permiten concitar adhesiones populares en otros espacios. Sortu es la formación con mayor peso, porque es probablemente el partido más fuerte de los tres, pero la casa común, el frente amplio, es EH Bildu.

Pepe Múgica aboga por transformar a los enemigos en adversarios. ¿Eso es difícil?

–Lo es, pero hace una reflexión importante. Él estuvo 14 años aislado, en unas condiciones inhumanas.... Dice que cuando uno sale de esa situación hay dos opciones. Respeta las dos, pero está en una. Hay quien se instala en la nostalgia de no salir del bucle del pasado, y quienes como él o como Lucía (Topolansky) decidieron mirar al futuro y construirlo. Y ahí, en un país plural está todo el mundo.

Arnaldo Otegi Ruben Plaza

¿Se siente políticamente más alejado de Pradales o de Chivite?

–No conozco a Imanol Pradales en persona. He tratado de hacerlo pero no hemos podido. Con María Chivite coincidí una vez en una toma de posesión de Urkullu en Gernika. Con ella ya hay una relación de muchos años por parte de EH Bildu de Nafarroa. Probablemente en temas sociales estemos más cerca, aunque sus programas nos perecen muy poco ambiciosos. Pero aspiro y deseo a que con Imanol Pradales tengamos una aproximación al menos en términos nacionales mucho más intensa. El país necesita políticas progresistas lo más amplias posibles, pero también que los abertzales no estemos en suma cero, y que haya proyectos comunes. No dramaticemos las desavenencias ni mitifiquemos los acuerdos, pero el país también necesita un Partido Nacionalista Vasco sólido, abertzale, capaz de construir entre abertzales y no abertzales, un camino.

Elude hablar sobre la presidencia en el PNV.

–Quiero ser muy respetuoso con lo que está pasando, que creo que está generando una cierta sorpresa. Insisto: no concibo el futuro de este país sin un PNV abertzale y sólido. Aspiro a ser más fuerte y al menos igual de sólido, pero con los retos que tenemos a nivel nacional, no es concebible el futuro sin contar con un PNV así. Ese es mi deseo. No sé si en el PNV hay quien considera que es posible construir el país sin la izquierda independentista. Creo que eso tampoco va a pasar. Más allá de la lógica de la competencia electoral hay cosas en las que nos tenemos que poner de acuerdo.

Dice Esparza, portavoz de UPN, que Chivite quiere gobernar con Bildu.

–Creo que va a ser una campaña que se le va a hacer al Partido Socialista de Navarra de cara a las forales. Están tratando de instalar un marco.

¿Ustedes serán siempre el socio que apoya los Presupuestos y no participa en el Gobierno? ¿O como les va bien eso puede proseguir?

–Es un debate sin hacer. Aspiramos a estar en los gobiernos, no solo en el de Navarra, también en el de la CAV y en todos los sitios. El debate fundamental no es el de estar o no estar, sino el de estar para qué. La intención de UPN es desgastar al PSN. Creo que se equivocan de plano, y que están en un marco muy del pasado. Seguir insistiendo que EH Bildu sigue siendo poco menos que el demonio, ya se ha demostrado que no funciona.

Otra crítica de UPN dice que las posiciones del Gobierno foral en materia fiscal son menos competitivas que el Gobierno Vasco.

–La relación de fuerzas en Nafarroa Garaia y en la CAV no son exactamente las mismas. En Nafarroa Garaia está Contigo Zurekin y Geroa Bai, es diferente. Evidentemente estoy muy alejado del modelo fiscal de UPN. Nuestra percepción es que la tendencia en la CAV ahora mismo en lo social y económico puede estar operándose un cierto giro a la derecha, y por lo tanto es normal que le guste más a UPN. Pero si a mí UPN me dijera que le gusta mi política fiscal yo me preocuparía, no sé si tanto por parte del PNV, que también, pero fundamentalmente por parte del Partido Socialista de Euskadi. Si a UPN le gusta la política fiscal que se hace en la CAV, el PSE se lo debería hacer mirar.

En Pamplona, con los Caídos, están sujetos a una correlación de fuerzas. Gobernar es someterse a contradicciones, decía usted hace poco.

–Un amigo siempre me dice que el que tiene menos de tres contradicciones es un sectario. El debate sobre derruirlo no es real, porque el PSN no está en esa posición. No hay relación de fuerzas para hacer eso. Había dos posibilidades: dejarlo como está o tratar de modificarlo para que el significado no sea de apología del franquismo sino un símbolo de los represaliados. Ese es el proyecto puesto en marcha. Personalmente que lleve el nombre de una mujer de 14 años violada y asesinada por la Falange en Navarra me parece justicia poética.

La consejera de Memoria, Ana Ollo, de Geroa Bai, dijo que era un tema revisable si generaba sufrimiento.

–Lo digo de la manera más respetuosa posible. A mí que ese nombre esté en el centro de Iruña como símbolo de quien sufrió lo que sufrió, me parece de justicia poética, pero respeto todas las opiniones. Lo que sí planteo es hacer los debates con una cierta serenidad y sobre posiciones reales. La demolición no es posible. El Partido Socialista no la quiere hacer.

“El debate fundamental va a estar entre democracia y autoritarismo”, nos dijo en 2022. Lo clavó.

–Creo que uno de los aciertos de Bildu ha sido el análisis riguroso. El mundo va a atravesar problemas muy complejos y hay dos opciones. Un modelo autoritario, el que se está imponiendo, o uno democrático avanzado y socializante; esto es, preservar la democracia y repartir la riqueza. La crisis de la democracia liberal es brutal, porque hay gentes y élites que piensan que la democracia es una pérdida de tiempo, porque no te hace competitivo. El triunfo de la extrema derecha en parte es por la ausencia de la izquierda en determinadas alternativas y un problema de eficacia. Los modelos más o menos autoritarios son más eficaces para hacer frente a los problemas que tenemos. Y ahí nos la estamos jugando. l

“Me declaro más agnóstico que ateo convencido”

Va a cumplir 67 años. ¿Cómo enfila esta etapa?

–Esto se va muy rápido. Pepe Múgica habla mucho de eso. Esto es un auténtico milagro que hay que tratar de vivir y exprimir. Aparte de la pasión por la política disfruto de la vida y tengo la idea de poder vivir la última fase, que espero que sea lo más larga posible, con una cierta tranquilidad. Todavía tengo muchas cosas que hacer. Tengo amontonados un montón de libros que no he podido leer, y la impresión es que no me va a dar tiempo a poder hacer todo lo que me gustaría.

Sale por Elgoibar con su círculo. ¿Y por Euskal Herria o fuera?

–En Euskal Herria no he tenido ningún problema. Pero si tuviese algo que recuperar ahora mismo sería el anonimato.

¿Y que haría siendo anónimo?

–Por ejemplo darme una vuelta por ciudades en el Estado, algo que no puedo hacer. Por Madrid, por ejemplo, una ciudad extraordinaria en muchos aspectos. Y viajar con una cierta tranquilidad de no sentirse observado. Desgraciadamente esto no va cambiar.

¿Ateo convencido?

–Yo me he declarado más agnóstico que ateo convencido. Tuve mi fase militante marxista de ateo convencido y tratando de convencer a la gente, y ahora también soy bastante más tolerante. Tengo familia cercana muy creyente. Hay gente a la que eso le supone un agarradero en la vida, y yo lo respeto absolutamente. ¿Acudo a misa en los funerales? Si el compañero o compañera que ha muerto era creyente sí.

¿Estar o no estar en X? Usted sigue ahí. ¿Un debate necesario?

–Tengo dudas, porque borrarte es abandonar una trinchera. Ahora no sigo mucho X. Es absolutamente tóxico; cómo desde el anonimato hay gente que dice las cosas que dice. Si estás convencido de que tus posiciones son defendibles pon tu cara y di quién eres. Es un espacio que está siendo muy bien aprovechado por las derechas extremas.

¿Hay un amplio desconocimiento sobre su persona?

–Probablemente. En los últimos años quizá de manera más intensa me paran un montón de veces por la calle, un montón de gente joven me levanta el puño... Seguro que no me conocen al detalle, pero creo que hemos sabido transmitir que podemos estar equivocados o no, y cometer errores o no, pero que se nos ve como gente genuina, que no está en la trampa, en el engaño, en la conspiración... Yo he sentido mucho cariño popular; evidentemente habrá mucha gente que me tendrá muy poquito.