“Todas mis valoraciones han estado guiadas por la prudencia. Nunca tuve el objetivo de atacar a nadie, otra cosa es que los hechos constatados puedan dañar a alguien”. Así recordaba José Antonio Ardanza (10-VI-1941/8-IV-2024) su derivada política en una conversación que mantuvo para este periódico con Bingen Zupiria, su jefe de comunicación durante su última década en Ajuria Enea, con motivo de la publicación de Pasión por Euskadi, el libro donde recogía sus memorias quien fuera lehendakari entre 1985 y 1999, y que ha fallecido en su domicilio de Gauztegiz Arteaga, en Urdaibai, tras una larga enfermedad y retirado de la primera línea política. Impulsor de los pactos entre diferentes, la denominada transversalidad, y de la deslegitimación de ETA en los llamados años de plomo; su legado incluye la profundización en la defensa del autogobierno y la transformación y modernización de una Euskadi que escapaba de la recesión tras las duras consecuencias de la reconversión industrial –por ejemplo, con el cierre de los astilleros Euskalduna–, colocando al país en el camino hacia el progreso.

Le tocó lidiar con la profunda crisis que generó la escisión en el PNV, y sobreponerse en la sociedad y en sus propias filas al carisma de su predecesor, Carlos Garaikoetxea, desde que tomó el mando en Lakua suscribiendo un consenso con el PSE que fue marca de la casa de sus mandatos, fórmula que la granjeó quilates de recelos desde la órbita abertzale aunque Eusko Alkartasuna acabó entrando también en las ecuaciones de sus Ejecutivos. “No me solía preocupar mucho que se cuestione mi nacionalismo por aquellos que se presentan como los auténticos nacionalistas. Para mí el PNV ha sido como una especie de segunda religión, la mejor herramienta para trabajar por la libertad y el reconocimiento de los derechos de este pueblo”, narraba Ardanza, obligado a doctorarse en cómo arropar a las víctimas –más de 300 en todos sus años al frente del Gobierno vasco– tras cada atentado, y siempre afanado en no hacer nunca distinción entre ellas, cualquiera que fuera su nombre. “Nunca pude admitir que se mate por Euskadi. No podía aceptar la dictadura franquista, pero tampoco por la de nuestra propia gente”, señalaba.

Pacificación

Los titulares de su trayectoria los capitanea siempre la creación de la Mesa de Ajuria Enea por el que se logró la unidad de acción entre todos los partidos democráticos contra el terrorismo, dejando aislada a Herri Batasuna, una alianza que, como él rememoraba en su última entrevista a este diario, la echó abajo el PP en 1993. Se mantuvo como lehendakari hasta 1998, cuando el partido le relevó como candidato por el que era su número dos, Juan José Ibarretxe. En puridad, gobernó hasta el 2 de enero del 1999 en una recta final presidida por el plan Ardanza, en el que hacía una propuesta para abrir un diálogo “sin límites” con Herri Batasuna en materia de pacificación, rechazado por el constitucionalismo. En su último año germinó el Pacto de Lizarra donde, ya de salida, no intervino. Pasó al sector público, primero como consejero de Tubacex y después liderando Euskaltel, donde permaneció hasta 2011 tras sufrir meses antes un infarto. “Ser lehendakari es uno de los oficios más difíciles, más complicados y más comprometidos. Eres una especie de faro en medio de la tormenta y todo el mundo tiene derecho a criticarte: todas las olas revientan contra ti”, resumió una vez jubilado.

Casado con Gloria Urtiaga y padre de dos hijos (Nagore y Aitor); amante de la lectura y el cine histórico, el mar, la pesca, el frontón y los paseos por el monte con sus perros; “trabajó sin descanso por la paz y la convivencia”, como recordó ayer el lehendakari Iñigo Urkullu. Ya en 2011 Ardanza realizaba esta reflexión: “Se está generalizando la impresión de que hay planteado un combate por la hegemonía en el seno del nacionalismo. Soy consciente de que puede haber cierta inquietud en mi partido, aunque yo no tengo ninguna duda. Lo que tenemos que tener es la habilidad suficiente para explicar cuáles han sido nuestras posiciones, los servicios que hemos prestado a este país. No tenemos que estar con complejos. El único que tiene el pedigrí de haber estado defendiendo siempre a Euskadi es el PNV”. Una mirada hacia el futuro que sirve para el presente. Palabra de quien siempre se manejó un paso por delante al servicio de Euskadi.