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Martín Caparrós

Martín Caparrós: “Un candidato como Milei, que dice que consulta su política con su perro muerto, está para tratamiento”

Martín Caparrós: “Un candidato como Milei, que dice que consulta su política con su perro muerto, está para tratamiento”Marta Calvo

Martín Caparrós (Buenos Aires, 1957), residente en España desde hace más de una década, ha ido sumando reconocimiento en los últimos años. En marzo recibió el premio Ortega y Gasset a la trayectoria profesional. A punto de publicar una crónica del mundo actual con Random House, Caparrós, colaborador de El País, es una voz lúcida para analizar las inminentes presidenciales argentinas, la deriva de la actualidad mundial, o los retos de manejarse entre tanto flujo de información. Él defiende un periodismo que cuente mejor y analice.

¿Cómo observa las elecciones de este domingo en Argentina? Un candidato como Milei va por delante en todos los sondeos menos en uno.

Creo que no hay que fiarse mucho en las encuestas, especialistas en equivocarse. Sorprende mucho que gente supuestamente tan avezada y poderosa se guíe por instrumentos que fallan todo el tiempo. Es como navegar con una brújula que se sabe que marca cualquier cosa.

El problema es que marquen tendencia e influyan.

Sin duda lo hacen, y por eso partidos o grupos pagan a encuestadores para que les preparen encuestas favorables. Lo más terrible es que muchas veces mandan hacerlas y en lugar de tener programas y convicciones más o menos firmes, tratan de adaptarse a lo que el público quiere. Es la democracia encuestadora, con unas herramientas muy falibles y poco confiables.

En cualquier caso...

Parece que Milei tiene más posibilidades de ser el más votado este domingo, y que en principio habrá segunda vuelta. Es una situación muy extraña la de la Argentina actual. Los tres principales candidatos presidenciales son impresentables (Javier Milei, Sergio Massa y Patricia Bullrich). Milei por infinitas razones. En una situación normal sería alguien de quien nos reiríamos mucho. Un señor que dice que consulta sus estrategias políticas con su perro muerto a través de una médium de animales, alcanza no digo para encerrarlo, pero por lo menos para recomendarle un buen tratamiento.

Aquí un ministro del interior se encomendaba a su ángel de la guarda, al que llamaba Marcelo.

Sí, pero por lo menos creo que Marcelo no opinaba sobre sus políticas. Más allá de los planteamientos delirantes de Milei, como la venta de órganos o de niños, la libertad de portación armas, la reivindicación de lo que hicieron los militares genocidas en los setenta, o la decisión de acabar con la obligatoriedad de la educación, ya simplemente que un señor diga que habla con su perro muerto debería inhabilitarlo y hacerlo ridículo a los ojos de sus votantes. Y esto no sucede. Lo cual a muchos argentinos nos preocupa mucho, porque demasiados compatriotas tienen unas ideas que no terminamos de entender.

¿Es esa pulsión ultra de toda la vida o el fracaso de los demás lo que le propulsa?

El fracaso de los demás. Dice que esto es una catástrofe y que hay que romper todo y empezar de nuevo. Como mucha gente tiene esa sensación, lo siguen. El problema es en qué consiste eso y cómo se empieza de nuevo. Si quiere decir acabar con la educación y la salud públicas muchos de sus votantes se van a ver muy perjudicados. Pero se quedan con esa primera capa de cabreo absolutamente justificado contra 30 años de Gobiernos que han llevado a la Argentina a una situación espantosa. Como este señor lo dice más fuerte y brusco, le votan en muchos casos sin pensar en qué va a hacer. Si ganara las presidenciales podría tener a lo sumo 40 diputados en una cámara de 257. Tampoco tiene ningún gobernador propio en las 24 provincias argentinas, ni ningún alcalde importante.

A Massa, que viene de ser ministro de Economía con una inflación galopante, no lo ve un revulsivo.

Las dos opciones para detener a Milei son patéticas, de esas dos aglomeraciones políticas que gobernaron el país en los últimos 30 años y lo llevaron a este desastre. En el caso de Massa, una especie de récord mundial, porque un ministro de Economía que ha conseguido una inflación del 160% en año y dos meses en ejercicio, con una economía absolutamente descontrolada, ¿pretende que le voten para hacer qué? ¿Qué es lo que no pudo hacer y en cambio va a empezar a hacer en diciembre? Me parece curiosísimo. Cuando un tipo fracasa a ese nivel no pide que le voten, se va a su casa.

¿Y Patricia Bullrich?

Es una señora muy de derechas que hasta la aparición de Milei era la extrema derecha argentina. Ha basado su campaña en su supuesta capacidad de restablecer cierta seguridad, que también está bastante complicada, con un cierto estilo Bukele a base de hacer más cárceles, meter más gente presa, mano dura y demás, confiando en que nadie se va a acordar de que ella fue ministra de Seguridad entre 2015 y 2019, ¡y no solucionó nada! En los dos casos nos proponen que van a hacer lo que acaban de no hacer. Es muy sorprendente. En cuanto a los otros dos aspirantes no tienen ninguna chance de llegar a la segunda vuelta.

¿Para que no hubiera segunda vuelta qué tendría que pasar?

O que el ganador saque más del 45% de los votos, o más del 40% y 10 puntos de diferencia con el segundo. Esa segunda es la apuesta de Milei. Espero no equivocarme, pero creo que va a estar más reñido. Una parte importante del planteo de Milei es vótenme porque esto no puede estar peor. Creo que cada vez más gente se va dando cuenta de que sí puede estar peor, y de que quizás una de las formas de que esté mucho peor es votarle, precisamente.

Hace dos años Milei llamó “imbécil” al Papa, que ahora parece haber alertado sobre este candidato sin llegar a nombrarlo. ¿Todo eso le puede pesar a Milei?

Dijo que el Papa era el representante del maligno en la Tierra, Milei habla así, luego pidió perdón pero le acusó de connivencia con todos los regímenes comunistas. Es muy difícil calcular en qué medida esto va a influir. Creo que mucha gente no está atenta a eso y vota por algo más emotivo o impulsivo.

Uno de sus anuncios habla de “recuperar la Argentina grande”. Recuerda a Trump...

Absolutamente, literal. Él dice que sus aliados son Estados Unidos e Israel y que quiere cortar relaciones con los países comunistas, dice, como China y Brasil, los dos principales socios comerciales de la Argentina en este momento. Podría ser una catástrofe si lo hiciera, pero por supuesto no lo va a hacer. Es un disparate, un delirante.

¿Por qué pervive el peronismo? ¿Tal nombre no es un hándicap?

El martes se cumplió el 78 aniversario del nacimiento de su nacimiento, y se sigue festejando. El peronismo ha tenido la habilidad o astucia en el peor sentido de la palabra de cambiar cada vez que fue necesario. Fue nacionalista de derechas, izquierdista casi guevarista, socialdemócrata, demócrata cristiano, neoliberal, chavista... Lo ha sido todo. El peronismo es sobre todo una máquina de conseguir y conservar poder. Hace lo necesario para eso, y va cambiando de identidad, de proyecto político y de estilo. Ahora da la sensación de que el peronismo kirchnerista se está acabando, pero probablemente aparezca otra versión, como ave Fénix.

Estos días hay un debate sobre cómo narrar lo que está haciendo Israel en Gaza.

Hay un problema central, que muy poca gente lo está haciendo desde Gaza, donde no pueden entrar periodistas y está muy complicado para ejercer. Y sin embargo es un lugar al que estamos mirando con una atención extraordinaria. Un amigo me recordaba el martes que en Siria murieron alrededor de medio millón de personas y nunca nos interesamos por lo que pasaba allí. En cambio aquí han muerto, que es terrible, 5.000 personas, cien veces menos, y estamos todos los medios y periodistas atentos a lo que está pasando en un grado extremo. Está bien que lo estemos, pero es una especie de agravio comparativo con otros lugares. Este conflicto tiene el problema de lo irresoluble. Hay mucha gente que trata de encararlo en términos morales, quién tiene razón, quién es más moral o correcto en las formas o convenciones de hacer la guerra, y yo creo que esa no es la óptica, porque nadie tiene razón. Obviamente no la tiene Israel en mantener a dos millones de personas cercadas en un territorio y maltratarlas. Estuve hace 8 años en Cisjordania, escribí un artículo para El País Semanal titulado Las víctimas de las víctimas sobre cómo los israelíes maltrataban a los palestinos. Tampoco tiene ninguna razón Hamás para salir a degollar a gente. Unos y otros llevan 4.000 años ocupando territorio y peleándose por él. Hay demasiada gente de los dos lados a quienes la guerra beneficia. El problema es que perjudica a casi todos los demás.

Está a punto de publicar ‘El mundo entonces. Una historia del presente’, planteada como si se contase en 2120, con la distancia de un siglo, que tiene algo de cautivador.

Pretendía esa mirada un poco distanciada que uno puede tener sobre el siglo XVIII o el siglo III. Yo estudié historia, y nunca me aparté del todo, y quería armar un manual que sintetizara el panorama general de nuestro mundo con esa distancia que permita encontrarle otros sentidos. Por supuesto es difícil y probablemente me haya equivocado en más de una cosa, pero ese era el intento.

Cuéntenos una de las ideas de fondo de este libro.

La del final de la Edad Occidental. Hablar de Edad Contemporánea es como un fracaso epistemológico, una tontería, porque toda edad es contemporánea de sí misma. Habría que encontrar otra forma de definir nuestro tiempo y pensé en la Edad Occidental, los últimos 250 años en los que Occidente se impuso al resto del mundo. Hace mil años Occidente era una puntita de Eurasia, que no le importaba a nadie, sin ningún peso ni interés. En cambio en los últimos 250 años impuso sus formas políticas, lo que llamamos la democracia, sus técnicas, desde los coches a los teléfonos, sus formas culturales, su tipo de música, de relato audiovisual... Occidente de muchas maneras hegemonizó el mundo. Y eso está terminando, porque está muy claro que el foco vuelve a desplazarse a donde estuvo casi siempre, en el este de Asia. China y la India tienen casi el 30% de la población del mundo, y unos recursos económicos extraordinarios. En un tiempo no muy largo China va a ser el que va a marcar el paso del mundo, y se acabará esta Edad Occidental que duró lo que tenía que durar, y dará paso a esta próxima Edad más oriental.

Una sacudida muy potente.

Lo pongo como ejemplo de cómo dando un paso atrás empiezas a ver cosas que si no, no las percibes tanto.

En 2014 publicó ‘El hambre’. En 2021, según Unicef, 828 millones de personas sufrían hambre en el mundo. Una injusticia sistémica olvidada y no resuelta. Este hambre, dijo en una ocasión, es el “más canalla de la historia”.

Hace alrededor de 50 años sucedió lo que suelo llamar el hecho histórico más importante que la historia no registra, por eso es difícil datarlo. Fue el primer momento en la historia de la humanidad en que tuvimos medios técnicos necesarios para alimentar a todas las personas que viven en el mundo. Hasta entonces no se podía, no producíamos lo suficiente. En cambio, a partir de los años setenta, ciertos avances técnicos hicieron que sí pudiéramos producir comida para alimentar a todo el mundo. Ahora se supone que podemos alimentar a 12.000 millones de personas. Somos 8.000 millones y todavía hay como 1.000 millones que no comen lo suficiente. Ya no hay ninguna excusa técnica. El hambre es puramente político y económico. No lo solucionamos porque es algo que siempre le sucede a otros, lejos, a gente distinta... Podemos si acaso tener tres minutos de preocupación y después olvidarnos y pensar en cualquier otra cosa. La única manera de que esto se solucione es que lo consideremos un problema nuestro, grave y propio, y que exijamos a nuestros supuestos representantes, a nuestros Gobiernos, que actúen en ese sentido, pero mientras no lo exijamos, no lo van a hacer.

De aquel chaval que empezó en un periódico con 16 años, al hombre reconocido que es hoy, ha visto la evolución del oficio, y la continuidad de su necesidad, de su belleza y su potencial.

Obviamente ha cambiado muchísimo el oficio, necesitaríamos horas para reseñar todos sus cambios. Lo más claro es que la hegemonía de ciertos medios, que eran los únicos que informaban, ya se perdió. Ahora la información circula de una manera mucho más compleja y confusa. Circula por redes, por páginas web..., ha cambiado mucho la hegemonía sobre la información que teníamos los periodistas. Eso ya no existe.

¿Entonces?

Tenemos que readaptarnos y ver cómo podemos encontrar un lugar que valga la pena en medio de esa probable democratización de la información. Creo que hay por lo menos dos caminos que a mí me gusta intentar. Una de las salidas es contar mejor. La otra es analizar. Son las dos vías que nos quedan en una época en la que la información ya circula por todos los lados, pero donde tenemos una mejor posibilidad o una mejor formación para contar y analizar.