MADRID – Las fuerzas de seguridad del Estado detuvieron en 2022 a 52 presuntos yihadistas en 25 operaciones, la mayoría desarrolladas por la Comisaría General de Información de la Policía Nacional, que permanece al acecho para “desactivar de forma temprana” un posible ataque y que mira de cerca la expansión terrorista en África. Responsables de la lucha contra el yihadismo en esta comisaría general hacen balance de un año en el que sus efectivos han detenido a 40 personas. La cifra es similar a las de la prepandemia pero lejos de los arrestos practicados en los ejercicios de máximo apogeo del Dáesh y de la llegada de combatientes a Siria o Irak como 2015 o 2017.

Con todo, dicen que no se puede equiparar una cifra más o menos alta de detenidos a un mayor o menor número de células, ni siquiera al incremento de la radicalidad. La mayoría de las operaciones –18 solo de Policía Nacional– culminan con pocos arrestos y derivan de investigaciones largas. Sí admiten que no es tan frecuente que en un solo golpe se produzcan una decena de detenidos como fue el caso de la operación más destacada y que tras muchos meses de pesquisas llevó en octubre, y en colaboración con Marruecos, a la detención de diez personas en Melilla, una en Granada y otras dos en el país vecino.

Los responsables policiales destacan su importancia por varias razones. De un lado, muchos de los arrestados eran viejos conocidos en esta comisaría general, lo que refuerza la consideración policial de que la desradicalización en las cárceles no es algo que funcione. “Pero no en España, es que no conozco ningún plan de desradicalización que haya realmente triunfado en una prisión”, comentan los mandos policiales. Además de los antecedentes, la red desmantelada tenía como misión adoctrinar muyaidines de 12 o 13 años, algunos sus propios hijos, a los que aleccionaban con cánticos yihadistas que difundían por redes sociales o que también interiorizaban en parques o plazas.

Para la Policía, Internet sigue siendo un vehículo muy útil para los contenidos radicales pero aseguran que su difusión en redes sociales de forma abierta está más restringida desde que las policías europeas bajo el amparo de Europol y las plataformas pusieran coto a cualquier mensaje de enaltecimiento radical. “Ahora no es tan fácil para ellos trabajar en el aparato virtual. Tienen que recurrir a foros privados”, indican, mientras que la radicalización presencial tampoco se ha dejado de lado, como demuestra la operación de octubre.

Peligro: no está en la mezquita

De hecho, en la célula tenía un papel destacado el imán de la mezquita blanca de La Cañada de Melilla, tercera “pata” de esta relevante operación junto con la reincidencia y los menores. El líder introducía en sus sermones mensajes “muy radicales” sobre los que luego se ahondaba fuera de la mezquita. Sin embargo, los mandos no pretenden en ningún caso señalar a los imanes como responsables de sembrar esta radicalidad entre sus fieles. Dejan claro que hay cerca de 2.000 mezquitas y que es “puntual” y “muy minoritaria” la presencia de imanes radicales que en su sermón lanzan mensajes. “El islam institucional es el primer interesado en que su religión no los albergue”, aseguran, por lo que son a veces los propios fieles los que alertan de estos discursos que no siempre tienen que tener relación directa con los postulados yihadistas. Pueden ir contra los valores democráticos como los derechos de las mujeres o los homosexuales. En cualquier caso intervenciones que pueden poner en riesgo la seguridad y que por tanto pueden ser objeto de una expulsión administrativa, sin juicio previo, tal y como contempla la ley de Extranjería. Desde el cuartel policial de la lucha contra el terrorismo defienden las garantías de este procedimiento que en los últimos meses se ha ejecutado con radicales islamistas radicados en Catalunya y Talayuela. Las expulsiones a sus países de origen se elevan a 17, cifra muy inferior a las 28 de 2019.

Expansión en el sahel

Los expertos llevan más de un año advirtiendo de la expansión del yihadismo en la región del Sahel y el Magreb islámico como uno de los mayores retos para la seguridad europea y sobre todo en el Estado español, pues es el único país con fronteras terrestres con Marruecos. Prefieren no desvelar datos, pero ven con preocupación que esta zona de gran inestabilidad y con estados fallidos y mucho caos pueda ser foco de atracción de combatientes extranjeros con el reforzamiento de la ideología yihadista tras la caída del estado islámico en Siria, otro país al que miran con mucha atención para controlar el regreso de posibles combatientes de los que no se sabe si están vivos o muertos.