Cuando el 3 de agosto de 2020 el emérito puso rumbo a Emiratos Árabes Unidos lo hizo con la sombra de la justicia planeando sobre su cabeza y con la intención declarada de no entorpecer la labor de su hijo, Felipe VI. Dos años después, Juan Carlos de Borbón ha hecho por ahora de Abu Dabi su residencia permanente y ha realizado solo una breve visita al Estado español, menos privada de lo que se esperaba. El que fuera rey durante casi 40 años partió al exilio sin fecha prevista de retorno, acosado por sus actuaciones en el ámbito privado y también financieras que terminaron por ponerle en el punto de mira de la Justicia. En junio de ese año, la Fiscalía le había abierto diligencias respecto al supuesto cobro de comisiones por la concesión del AVE a La Meca a empresas españolas. En noviembre, ya huido de España, se abrieron dos nuevas investigaciones. La primera, por el uso suyo y otros familiares de tarjetas de crédito opacas con cargo a cuentas en las que no eran titulares los años 2016, 2017 y 2018, después de la abdicación. Y la segunda, relacionada con la existencia de una cuenta con diez millones de euros a nombre del emérito en la isla de Jersey, un paraíso fiscal.

En este contexto, y para intentar allanar el camino para su vuelta, el antiguo monarca llevó a cabo dos regularizaciones fiscales. La primera tuvo lugar el 9 de diciembre de 2020 por 678.000 euros en relación al uso de tarjetas bancarias con fondos opacos del empresario mexicano Allen Sanginés-Krause. El 25 de febrero de 2021 se produjo la segunda, por casi 4,4 millones de euros por rentas no declaradas de más de ocho millones de euros de pagos en especie y gastos por viajes a costa de la Fundación Zagatka, a cargo de su primo Álvaro de Orleans-Borbón, quien negó ser testaferro del emérito. Entretanto, Juan Carlos I hacía saber a todo aquel de su entorno que le visitaba en su exilio dorado en Abu Dhabi –donde su anfitrión, Mohamed bin Zayed al Nayahan, se ha convertido ahora en el nuevo presidente del país– su deseo de regresar al Estado, al menos de visita.

Pero con tantos frentes abiertos con la Justicia el momento no era el adecuado, así que el emérito tuvo que esperar a que, una tras otra, las tres investigaciones abiertas en su contra se fueran cerrando. El 5 de marzo, tres días después de que esto ocurriera, envió una carta a su hijo y actual monarca, para informarle de que, aunque finalmente había decidido instalar su residencia permanente en Abu Dhabi, quería retornar de visita.

En la misiva, adelantaba que, “como es natural”, tenía la intención de viajar “con frecuencia para visitar a la familia y amigos”. Cuando esto ocurra, “tanto en mis visitas como si en el futuro volviera a residir en España, es mi propósito organizar mi vida personal y mi lugar de residencia en ámbitos de carácter privado para continuar disfrutando de la mayor privacidad posible”, precisaba. Su primer viaje debía producirse bajo estos parámetros, pero el resultado no fue el esperado. Aterrizó el 19 de mayo en aeropuerto de Vigo, el mismo desde el que partió en agosto de 2020, y lo hizo a bordo de un avión privado, primer motivo de controversia, ya que no está claro quién pagó el viaje.

En Sanxenxo, donde permaneció hasta el lunes 23 de mayo, se instaló en un chalé prestado por su amigo Pedro Campos, presidente del Club Náutico de dicha ciudad gallega. El motivo de su visita no era otro que su asistencia al Trofeo Viajes Interrías, en el que su barco, el Bribón, se terminó imponiendo y que el propio Juan Carlos de Borbón pudo capitanear en la última jornada. Durante sus tres días en la localidad gallega, los movimientos del emérito fueron seguidos al minuto, observando todos sus gestos, pero este se mostró muy parco en palabras, más allá de comentar lo contento que estaba de poder estar ahí y también de poder reencontrarse con su familia.

De Sanxenxo a Zarzuela

El momento más esperado fue su vuelta a Zarzuela, la que fuera su residencia desde 1962. Aunque tanto la infanta Elena como la infanta Cristina le habían visitado en Abu Dhabi, el emérito no había vuelto a ver a Felipe VI ni tampoco a su esposa Sofía. La visita se prolongó durante once horas y permitió a padre e hijo mantener “un amplio tiempo de conversación”, que la Casa del Rey no quiso cuantificar. Durante el encuentro, ambos tuvieron ocasión de abordar “cuestiones familiares así como sobre distintos acontecimientos y sus consecuencias en la sociedad española” desde que el emérito se trasladó al país del Golfo.

Aunque Zarzuela no distribuyó imágenes del reencuentro, sí que emitió un comunicado en el que dejó traslucir el malestar de Casa Real por la manera en que había transcurrido el desplazamiento de Juan Carlos I, máxime cuando su entorno ya había adelantado que regresaría en unas semanas a mediados de junio. Así, le recordaron que en su carta a Felipe VI de marzo le había informado de su decisión “de organizar su vida personal y su lugar de residencia en ámbitos de carácter privado” cuando regresara a España con vistas a poder seguir disfrutando “de la mayor privacidad posible”, repitiendo palabra por palabra el contenido de la misiva. El mensaje habría calado en el antiguo monarca, que finalmente no hizo ese segundo viaje. Su visita habría coincidido con el octavo aniversario de su abdicación y del ascenso al trono de su hijo, lo que la convertía en cuanto menos inoportuna. Por lo pronto, su entorno no ha dado detalles de cuándo podría producirse ahora su próximo regreso al Estado.

El primer viaje, al contrario de lo que deseaba el Gobierno, como dejaron claro tanto el propio Pedro Sánchez como otros miembros del gabinete, no sirvió de ocasión para que el antiguo monarca diera explicaciones a los ciudadanos sobre su conducta pasada. “¿Explicaciones de qué?”, le replicó a una periodista que le preguntó sobre ello. Lo más cerca que Juan Carlos de Borbón ha estado de entonar un mea culpa fue en la carta de marzo. En ella, se muestra consciente de cómo sus actuaciones han afectado a Felipe VI y por añadidura a la Corona y recuerda que si se marchó en agosto de 2020 fue “guiado por el convencimiento de prestar el mejor servicio al país y a todos los españoles, a sus instituciones y a ti como rey”. Asimismo, dice ser “consciente de la trascendencia para la opinión pública de los acontecimientos pasados de mi vida privada y que lamento sinceramente”, en alusión a los hechos que llevaron a la Fiscalía a investigarle. Esa disculpa dista mucho de la pronunciada tras el accidente durante un viaje de caza en Botsuana en 2012, con su famoso: “Lo siento mucho, me he equivocado y no volverá a ocurrir”.