Fernando Garea (Madrid, 1962) es un periodista político de extenso currículum, de voz pausada y formulaciones sencillas, que ha pasado por medios muy diferentes. Ahora, ha vuelto con Pedro J. Ramírez a El Español, donde ya coincidió en Diario 16 y en El Mundo, y después de haber pasado también por El País, Público, El Confidencial, la presidencia de Efe y la dirección de El Periódico de España.

¿Cómo analiza los cambios en el organigrama socialista?

Creo que Sánchez corrige lo que hizo hace un año en una gran crisis de Gobierno donde eliminó a muchos de los que le habían ayudado a llegar a la Moncloa. Eso tuvo continuidad hace nueve meses en el Congreso Federal de Valencia, y ahora prácticamente anula ese Congreso y da un giro hacia otra cosa distinta. Ha creado un núcleo de poder en el que combina y mezcla Gobierno y Partido Socialista, en el que hay dos ministras que van a tener un papel preponderante en el partido, María Jesús Montero como vicesecretaria y Pilar Alegría como portavoz. Un núcleo compacto con una única voz y controlada para el año que le queda hasta las elecciones.

Y tira de todas las familias, de un antiguo rival en las primarias... de todo el partido.

Lo curioso es que Pedro Sánchez pone de alguna manera su futuro en manos de exdirigentes o exadversarios en primarias, Patxi López, candidato en las de 2017, y Pilar Alegría, con un papel destacado en la candidatura de Madina y luego en la de Susana Díaz, o la propia María Jesús Montero, procedente del susanismo y exconsejera del Gobierno de Díaz. En ese grupo compacto el único que queda de los que le acompañó en ese tránsito de las primarias es Santos Cerdán, que se queda como secretario de Organización.

Qué paradojas tiene la política o este Partido Socialista.

Y Pedro Sánchez, que cuando ha tenido dificultades ha buscado en la acera de enfrente dentro del partido personalidades anteriores. De hecho, una de las cosas que hay que analizar detenidamente de todos estos cambios es la falta de relevo generacional dentro del Partido Socialista y en esto que se llama el sanchismo. Si nos fijamos en los nombramientos, prácticamente no hay personalidades nuevas.

Cerdán continúa con una labor de fontanería útil para Sánchez.

Cerdán conoce hasta la última sede del PSOE. Cuando he hablado con él en algunas primarias, es capaz de decirte aproximadamente el resultado calculando casi sede por sede lo que va a ocurrir. Y luego tiene buena relación con algunos partidos, especialmente con el PNV y con Bildu para cuando hay que pactar. Una de las causas de todo este movimiento es el enfrentamiento que había entre Adriana Lastra y Santos Cerdán, y es curioso que quien se queda es Cerdán y yo diría que reforzado, porque por simplificar, a los que tiene por encima, están todos en el Gobierno y en la Moncloa, mientras que él es el máximo responsable ahora en Ferraz y ya no tiene a la vicesecretaria allí, como estaba con Adriana Lastra.

¿Qué le pasa al PSOE para que haya adolecido de lugartenientes con brillantez comunicativa?

Se mezclan varias cosas. Siempre que un partido está en el Gobierno, se diluye su función, y se desplaza el foco hacia el Ejecutivo. Además durante un tiempo hubo una decisión intencionada de Pedro Sánchez de quitar peso al partido y darle el foco al Gobierno. Y cuando ha querido devolverle peso no lo ha conseguido, probablemente porque no ha dado con las personas idóneas. Y luego, además, otra cosa que a Pedro Sánchez le opera a favor muchas veces, porque le da manos libres para tomar decisiones pero anula de alguna forma al partido, es que no hay el más mínimo debate interno. En tiempos de Felipe González, cuando había guerristas y renovadores y disputas, eso hacía que hubiera una vida orgánica y revitalizada. Ahora eso no existe.

También se hablaba del cesarismo de González y de felipismo.

Yo creo que ese felipismo tenía más que ver con la gestión desde el Gobierno, donde tenía mayoría absoluta, más que dentro del partido. En los comités federales recuerdo las discusiones que había. Ahora, en la época de Pedro Sánchez, no duran ni la cuarta parte. Entonces había también unos barones regionales con mucho poder.

Lastra ha facilitado las cosas a Sánchez y esto ha sido menos cruento.

Por supuesto, porque no la ha tenido que cesar, pero él tenía previsto hacer estos cambios, Adriana Lastra lo vio venir y se quitó de en medio, y tras ello Sánchez lo ha ejecutado.

La legislatura se ha puesto muy cuesta arriba. Sánchez se crece ante las dificultades en años objetivamente muy complicados, pero con la guerra en Ucrania parece no depender de sí mismo.

Objetivamente nadie puede negar que esta es la legislatura más difícil, el volcán, la guerra, la inflación, la pandemia... que además se afronta con el único Gobierno de coalición de la historia y con una mayoría bastante reducida del partido principal del Ejecutivo. En toda la carrera política de Pedro Sánchez se define aquello del Manual de resistencia, que era el título de su libro. Tiene una capacidad casi diría de deportista de élite de sobreponerse a las dificultades. Además, en estas semanas se ha demostrado una enseñanza importante o que debería serlo para el Partido Popular y para Núñez Feijóo, que al final quien está en el Gobierno tiene capacidad para marcar la agenda, y puede hacer que se difumine una derrota electoral como las andaluzas. Pedro Sánchez eso lo sabe aprovechar. Las encuestas y los resultados de las últimas elecciones autonómicas demuestran que el PSOE está en baja, no sé si tanto como un cambio de ciclo como pretende el PP. Desde la Moncloa y el propio Pedro Sánchez dicen que hacen cosas pero no tienen eco en la sociedad, porque no tienen los portavoces adecuados y el partido no se moviliza.

Interpretación recurrente. Pero es difícil palpar ilusión, los problemas estructurales, como los de la guerra en Ucrania, estarán ahí con Feijóo o con Sánchez.

Cuando a los gobiernos les empieza a ir mal, siempre lo atribuyen a un problema de comunicación. Y exageradamente, porque a veces no se trata de cómo comunicas, sino de qué comunicas, y eso es lo que te hace daño. Hemos llegado a un momento político en el que casi ilusiona más, entre comillas, que no gane el otro a que gane el tuyo. El voto es más por rechazo que por ilusión.

Si bien Feijóo puede sentirse contento con el último CIS, ¿usted percibe más dificultades de las esperadas en la adaptación a su nuevo rol? ¿Puede sufrir en estos meses?

Lo exagero un poco. Él era de alguna forma virrey en Galicia, con mayoría absoluta, medios de comunicación afines, resortes de poder bastante importantes y, por tanto, estaba en el foco de la agenda permanentemente. Cuando pasas a ser líder de la oposición, y encima sin tener escaño en el Congreso, ese foco se difumina. Tiene ese hándicap. La encuesta del CIS, supongamos que sean buenos los datos, tiene cosas muy positivas para él: la confirmación de la desaparición de Ciudadanos y de que sus votos van al PP, y si se mantiene esa tendencia, la caída de Vox, que puede ser también en favor del PP. Pero, con la salvedad de que queda año y pico probablemente para las generales y a Núñez Feijóo se le puede hacer un poco largo, porque al final Sánchez es quien tiene la capacidad de distribuir los fondos europeos, tomar medidas, anunciarlas cuando quiera, etcétera.

¿Cree que Yolanda Díaz está manejando bien los tiempos no dando por hecho que va a liderar ese espacio?

Me sorprende mucho esa estrategia porque en todas las entrevistas viene a decir que no ha decidido todavía si se va a presentar, mientras en el resto del espectro político, incluidos los suyos, dan por hecho que sí va a hacerlo. Cuantos más días vayan pasando, cuanto más proceso de escucha haga, más difícil se le hará salir de esa posición. Aunque queda mucho tiempo, igual sería conveniente que mostrara más ilusión, porque después de haber intentado crear dicha ilusión y de ver las encuestas de valoración, dar marcha atrás le va a resultar francamente difícil. Puede tener muchas dificultades internas. Tiene que aunar trocitos que se han venido rompiendo durante mucho tiempo, muy irreconciliables y con mucho odio entre sí, y meter otros trocitos más para formar un jarrón que se ha roto en la izquierda. A ella le horroriza que se hablen de estas cosas, pero hay que hacerlo; cuando haya que confeccionar las listas electorales, tendrá por delante una labor titánica. Ojalá le salga bien esto que dice de superar los partidos políticos, pero sinceramente, tal y como está montado el sistema electoral, lo veo complicado.

En el bloque de apoyo al Gobierno se observa una especie de dicotomía entre Bildu y el PNV, y una posición discontinua de ERC.

Esquerra tiene muchos condicionantes en Catalunya, ha tomado una decisión arriesgada, que es optar por el diálogo y los acuerdos, y necesita llevar a Catalunya y a sus electores algún acuerdo o ventaja con el Gobierno central, entre otras cosas, porque tiene a otra parte del independentismo, a Junts, permanentemente acusándole de haberse vendido y de que sus pactos no conducen a nada.

El tiempo se le agota a Sánchez si quiere mantener a Esquerra la próxima legislatura.

Yo creo que sí hay un esfuerzo de Sánchez de intentar recuperar a Esquerra. Cuenta con una ventaja en todos sus pactos con ERC, el PNV, Bildu, Compromís y el resto de sus socios en el Congreso, y se lo dice expresamente en muchas negociaciones: Ojo, tenéis dos opciones, o apoyarme a mí y pactar conmigo, o dejar que llegue la derecha y la ultraderecha. Esa es su gran baza, y lo que le ha permitido en muchos casos cerrar acuerdos.

Baza que ante partidos como el PNV puede generar un hartazgo.

Sí, lo dijo Aitor Esteban en la tribuna en el Debate sobre el estado de la nación. Que esto de sentarse a negociar así tiene mucho riesgo, que en alguna votación todos esos socios se harten y le voten en contra. Luego hay otra lógica. No soy experto en política vasca pero, visto desde el Congreso, Bildu tiene unas enormes ganas de pactar cosas, que en su inmensa mayoría no están relacionadas con soberanismo ni con paz o terrorismo, sino con cuestiones socioeconómicas, y el PNV siempre está ahí consiguiendo cosas económicas para el País Vasco. Bildu tiene un interés por mostrarse como un partido capaz de pactar. Yo creo que sueña con una situación en el País Vasco similar a la de Catalunya presidida por Esquerra tras lo que fue CiU y ahora es Junts, pero me parece francamente difícil.

Porque en Catalunya CiU se rompió en sucesiones de marcas, y el PNV mantiene la suya de partido centenario.

Y mantiene algo importante también, una coalición con los socialistas en el País Vasco, cosa que a veces en el Congreso tendemos a olvidar. Eso hace que tengamos una visión parcial, porque esa es una vinculación muy importante. El PNV tiene una enorme capacidad para anticipar los cambios y alertar de que las cosas van bien o mal. Creo que el discurso de Aitor Esteban en el Debate sobre el estado de la nación fue muy importante, había un aviso al Partido Socialista y a Pedro Sánchez de ojo con lo que estáis haciendo y cómo nos estáis tratando. Una vez alguien me dijo, y esa expresión está muy bien, que el PNV en el Congreso es como el canario de la mina, el primero que anticipa cuándo hay escapes de gas o problemas. Si Pedro Sánchez es inteligente, que no tengo duda de que lo es, debería tomar nota de ese discurso.

¿Ve a Carles Puigdemont este otoño en el Supremo?

Creo que los plazos no dan para eso. Es un tema que habría que terminar de solucionar. Fui un defensor de los indultos, me parece que servían para pacificar el asunto, quitarle hierro, creo que han funcionado, ha bajado el suflé en Catalunya y esa tensión, ha permitido que partidos como Esquerra e incluso una parte de Junts estuvieran más a favor de tránsitos mucho más tranquilos hacia sus postulados maximalistas. En algún momento también habría que solucionar el tema de los que están fuera de España, para unos exiliados, para otros fugados; hasta que no se resuelva, penderá esa espada de Damocles.

¿Con una amnistía?

La amnistía ya se estuvo estudiando, y constitucionalmente es muy difícil. Hay una vía que es la reforma de los delitos de sedición y rebelión, que está terminada en un cajón del Ministerio de Justicia, que la hizo el anterior ministro Juan Carlos Campo hace poco más de un año, Entonces el Gobierno no se atrevió a hacerla por el coste que tenía y pensando que Bélgica iba a decir que no enviaría a Puigdemont a España y no haría falta resolver ese asunto, pero de pronto la justicia europea ha dado un giro y lo que aparentemente podría ser una buena noticia para el Gobierno central, en el fondo es una mala noticia, que es la posibilidad que le manden aquí, y porque tendría que haber un proceso y un juicio, y ahora, acabando la legislatura, para el Gobierno es un inconveniente serio abordar esa reforma legal por el coste político que tendría para el Partido Socialista. Hay barones que se tienen que presentar a las elecciones en sus regiones dentro de unos meses que se echan las manos a la cabeza y dicen que esto acabará con ellos.