Los cambios en la dirección del PSOE promovidos por Pedro Sánchez buscan unificar la acción del Gobierno y del partido con la llegada a Ferraz de varios ministros en puestos claves de la Ejecutiva. Y, curiosamente, lo hace dando más poder a perfiles que en el pasado reciente pertenecían a otros sectores del partido. Patxi López fue colaborador de Sánchez hasta que se vio obligado a dimitir en 2016, y unos meses después se distanció de él al presentarse a las primarias, en pugna también con Susana Díaz. Un proceso en el que Pilar Alegría era precisamente aliada de la presidenta andaluza. En este escenario, cargos socialistas confían en que todos estos movimientos engrasen la relación, cada vez más complicada, con los socios de investidura en la recta final de la legislatura, en tanto que a medida que se acerquen las próximas elecciones cada grupo parlamentario se verá en la necesidad de marcar perfil propio.

El objetivo sería evitar situaciones como la votación de infarto de la reforma laboral o la convalidación del primer decreto anticrisis, aprobado a última hora con los votos de Bildu tras la negativa de ERC. También otras ocurridas esta semana en el Senado, donde la aprobación de unas enmiendas con las que no contaba el Gobierno han impedido sacar adelante definitivamente la ley Concursal, la del solo sí es sí y la de Ciencia, que tendrán que esperar al final del verano tras ser devueltas al Congreso. Voces socialistas piensan, por ejemplo, que el partido debe aprovechar más el capital político de López, al que señalan como una referencia. El ministro de Presidencia, Félix Bolaños, espera que los cambios ayuden a fortalecer el mensaje frente al ruido “ensordecedor” de la derecha.