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Sánchez: soplar y sorber

Sánchez: soplar y sorber

no sé a ustedes, pero a mí Pedro Sánchez me ha despistado. Hubiera jurado que cuando conoció los resultados del 20-D su suma para convertirse en presidente pasaba por acordar con Podemos en todas sus variaciones y marcas, IU y si fuera el caso el PNV. Era complicado, pero entre no intentarlo y dejar de seguir siendo secretario general del PSOE y mirarse en el espejo portugués, había elegido lo segundo.

Tan evidente parecía que ese era el modelo elegido que se plantó en un comité federal de su partido con una papeleta complicada: zafarse del corsé que la mayoría de los dirigentes del PSOE le habían colocado para que desistiera de esa vía que, insisto, era la única que pregonaba de manera abierta y a viva voz allá por donde pasara. Por eso recurrió al conejo de la chistera: si la militancia es más de izquierda que los barones y yo quiero esa mayoría de izquierdas, recurramos a un referéndum consultivo entre las bases.

Una jugada maestra, y profundamente democrática, para dar un golpe de autoridad frente a quienes ya estaban afilando las navajas. Y fue a partir de ese movimiento cuando parecía que Sánchez había conseguido lo más difícil, aplacar una crisis interna y tener las manos relativamente libres, cuando el candidato socialista empieza a enredarse él solito con una madeja que le ha llevado hasta ese simulacro de consulta bobalicona.

Lo siguiente a dejar correr el tiempo innecesariamente bajo el pretexto de que le tocaba a Rajoy, fue anunciar que lo intentaría “a izquierda y a derecha”. No era el mejor principio, pero quien más quien menos esperaba que en algún momento lo que iba a ser simultáneo dejara de serlo. No se puede estar a todo, a abaratar el despido y derogar la reforma laboral, a buscar el diálogo con Catalunya y echarse en brazos del más firme defensor de la involución autonómica; soplar y sorber, todo no puede ser. Pues parece que Sánchez, convencido de que si cuadra una vez el círculo puede repetirlo de manera indefinida, se lanzó a ello. El resultado ha sido que lejos de esclarecer el panorama, el PSOE -o su secretario general para ser más exactos- ha conseguido enmarañarlo un poco más. Para empezar, porque no logra el resultado final de ser elegido. Segundo, porque aleja otra vez en el tiempo -y en la confianza, lo que es aún más importante- la posibilidad de una alternativa que sí ofrezca solidez ideológica y numérica. Y tercero, aunque este es un problema doméstico, deja al PSOE otra vez hecho trizas.

Conviene aclarar que lo criticable no es que se alcance un acuerdo, ni siquiera aunque se esté en las antípodas de lo pactado, sino que se venda como lo que no es y encima se trate a la ciudadanía como si fuera estúpida, no supiera sumar y tampoco leer. Ni suma lo suficiente, ni es compatible con quien tiene el resto de votos que falta.