Pamplona - José Javier Esparza Abaurrea (Aoiz, 1970) encabezará la lista de UPN en las próximas elecciones al Parlamento foral de Navarra. El consejero de Administración Local y Desarrollo Rural se impuso a Alberto Catalán en el consejo político que la formación regionalista celebró ayer en Pamplona por 128 a 79, un margen mucho mayor al que cabía esperar. Juan Ramón Rábade y Amelia Salanueva, los otros aspirantes, finalmente retiraron su candidatura y no se sometieron a la votación del consejo político.
El apoyo del sector más barcinista en un órgano mayoritariamente controlado por la presidenta resultó determinante para que el nuevo candidato alcanzara un holgado 61% de los apoyos. Una victoria más clara de la que logró Yolanda Barcina en el congreso, y que deja especialmente tocado a Alberto Catalán, que acumula dos derrotas consecutivas en un partido en el que lo ha sido todo y que abre un periodo para reflexionar sobre su futuro. También queda debilitado el sector crítico con la presidenta, que ha tratado de deslegitimar el proceso de sucesión, y que vuelve a quedar en minoría sin poder de decisión interna.
Esparza en cualquier caso hereda un partido fracturado prácticamente por la mitad y en claro retroceso electoral, lo que augura nuevas tensiones internas para los próximos meses. El inesperado relevo de Barcina se ha gestionado de forma precipitada y con demasiada improvisación, lo que ha acabado reabriendo las heridas del último congreso. Con un sector claramente enfrentado a la presidenta que hasta la víspera del consejo ha reclamado las primarias o, como mal menor, un aplazamiento del consejo político de ayer.
Ninguna de las opciones, lógicas por la trascendencia de la decisión, y ahora pesan sobre la legitimidad del candidato, que desde el principio ha evitado cualquier vinculación con Yolanda Barcina. Y aunque es cierto el consejero de Administración Local no es el hombre que hubiera preferido la presidenta -Juan Luis Sánchez de Muniáin y Enrique Maya fueron opciones más deseadas-, también lo es que sin el apoyo activo del sector más barcinista nunca hubiera logrado la victoria en un órgano tan controlado como el consejo político.
retos del candidato La fractura que todo el proceso ha dejado dentro de la formación regionalista se convierte así en el primer reto de Esparza como virtual líder de UPN. El rostro serio de muchos de los consejeros que ayer participaron en la reunión son una muestra de la desconfianza que despierta el candidato en una parte importante de la militancia, que por primer vez no ha elegido en votación directa a quien va a liderar la formación, y donde ha calado el estigma del dedazo de Barcina.
Un escenario que Esparza deberá gestionar con la imagen del partido muy desgastada ante los ciudadanos. La crisis, los recortes y el bloqueo institucional en el que está instalado el Gobierno de Navarra desde hace casi tres años son un bagaje y peligrosas consecuencias electorales. Y aunque casi nadie en UPN da credibilidad a los ocho escaños que le augura el Navarrómetro, la posibilidad de un descalabro sin precedentes se empieza a tomar ya como una opción real y preocupante.
Evitarlo será el segundo gran reto de Esparza, que cuenta a su favor con el hecho de ser una figura relativamente nueva en la política y desconocida para buena parte del gran público. Lo que hace unos años era un síntoma de debilidad, hoy es una ventaja en un contexto de descrédito generalizado de la clase política, necesitada de caras y de ideas nuevas. Y las carteras de Administración Local y Desarrollo Rural, con sus respectivo reparto de subvenciones, pueden ser una plataforma inmejorable.
Ello sin embargo requerirá de discursos nuevos que vayan más allá del miedo al cambio y del anuncio del apocalipsis nacionalista. De una lectura de la realidad que no se limite a proclamar una mejora económica y que dé respuesta a la indignación social manifestada en el Navarrómetro. Un cambio que pasa por romper amarras con el pasado y recuperar los cauces de interlocución con el resto de partidos, en especial con el PSN, con quien quizá ni siquiera den los números para formar Gobierno.
Retos que requieren de tiempo y autonomía interna, cuestiones de las que no está sobrado Esparza, que también deberá decidir qué papel otorga a una presidenta que ya ha avanzado su voluntad de seguir al frente del partido y ir de número dos en la lista. Difícil equilibrio de poder para el débil liderazgo con el que parte el nuevo candidato, que se convierte en la última esperanza para el regionalismo navarro, y cuyo éxito o fracaso dependerá únicamente de la capacidad para mantener a a su partido en el poder tras las elecciones.