ex director general de la seguridad del estado

La entrada de Julián Sancristóbal (Bilbao, 1952) en política vino de la mano ilustre de Ramón Rubial, que le fichó para el Consejo General Vasco y le abrió las puertas de lo más granado del PSOE. Primer alcalde de Ermua tras la llegada de la democracia, fue ganando ascendiente en el socialismo vasco hasta que la victoria de Felipe González en 1982 le catapultó como gobernador civil de Bizkaia, a las ordenes del ministro José Barrionuevo y su número dos, Rafael Vera. Allí trabó relación con Francisco Álvarez, entonces jefe superior de la Policía Nacional en Bilbao, luego jefe del Mando Único para la Lucha Antiterrorista, así como con Ricardo García Damborenea, que en aquel momento dirigía el PSE de Bizkaia. Los cinco acabaron condenados por diversas acciones los GAL, entre ellas, el secuestro de Segundo Marey.

Fue en este contexto donde brotó la guerra sucia contra ETA y su entorno, ligada a las Fuerzas de Seguridad del Estado, y protegida y patrocinada por los políticos socialistas que dirigían el Ministerio del Interior. Sancristóbal siguió en ascenso imparable hasta el punto de que fue nombrado director general de la Seguridad del Estado el 9 de febrero de 1984, cargo en el que estuvo hasta el 27 de octubre de 1987, periodo en que se sucedieron los atentados de los GAL, financiados con los fondos reservados de Interior. Cuando se empezaron a enjuicirse estos casos, Sancristóbal logró zafarse de la acusación del asesinato de Santi Brouard, después de decaer la acusación debido a las contradicciones de las que incurrieron sus compinches a la hora de acusarle. Pero no pudo evitar la condena a diez años de prisión por el secuestro de Marey ni una segunda pena de cuatro años de cárcel por el denominado caso fondos reservados. Pese a que la suma de las dos condenas sumaban 14 años de cárcel, el Gobierno de José María Aznar le concedió un indulto parcial y una modalidad especial de tercer grado. Estuvo en la cárcel menos de año y medio. Sus servicios al Estado le fueron recompensados en 1987, tras su salida del ministerio, cuando a instancias del Gobierno se convirtió en presidente de la empresa Marconi, en una operación financiera que le pudo proporcionar mil millones de las antiguas pesetas.