GERNIKA. La imagen de Iñigo Urkullu embargado por la emoción durante el acto de toma de posesión del cargo de lehendakari resume la trascendencia de lo vivido ayer en la Casa de Juntas de Gernika. Fue un ejercicio de contención para evitar que se le escapara alguna lágrima que delatara ante la concurrencia en qué o en quién, o ambas cosas, puede estar pensando un político empedernido y con vocación de servicio a su país en el momento de su consagración política. La emoción tenía una doble razón de ser: la colmación que supone para un abertzale presidir el Gobierno vasco y, más aún, cuando recupera para su partido la Lehendakaritza. Su nombre se une a los de José Antonio Aguirre, Jesús María Leizaola (lehendakari en el exilio), Carlos Garaikoetxea, José Antonio Ardanza, Juan José Ibarretxe y Patxi López.
Urkullu recibió la makila de manos de su predecesor en el cargo, el socialista Patxi López, tras lo que juró su cargo en euskera y sobre el Estatuto de Gernika con el mensaje de que trabajará con "determinación por una Euskadi de progreso, en paz y libertad por sí misma en Europa y el resto del mundo". Juró bajo el Árbol de Gernika y con la fórmula tradicional usada en 1936 por el primer lehendakari, José Antonio Aguirre, y que repitieron después Carlos Garaikoetxea, José Antonio Ardanza y Juan José Ibarretxe, aunque con algunas leves modificaciones que quitaban sesgo religioso al juramento. No hubo poesías, como cuando López hace tres años y siete meses en el mismo acto leyó aquello de que "Nada es igual dos veces". Ni lo ha sido para el socialista, ni tampoco su sucesor ha repetido la fórmula del juramento.
Tampoco fue igual la presencia de cuerpos uniformados en la Casa de Juntas. Al contrario que entonces, ayer el único uniforme fue el rojo vivo de gala de la Ertzaintza. Ni rastro del verde de la Guardia Civil, el azul de la Policía española o el marrón del Ejército.
Urkullu no pronunció ningún discurso tras la toma de posesión. Su único mensaje lo dejó por escrito y en el libro de honor de la Casa de Juntas en lo que se puede considerar como una declaración de principios del nuevo lehendakari.
Cientos de personas El día amaneció ventoso aunque con las cortinas de nubes corridas para que un sol tímido aportara más brillo y otros destellos a la toma de posesión del lehendakari. Cientos de personas recibieron a Urkullu hacia las doce del mediodía entre aplausos, acompañado de su esposa Lucía Arieta-Araunabeña. Poco después llegó Patxi López, también en compañía de su esposa Begoña Gil, que fue recibido con gritos a favor del acercamiento de presos y con proclamas en favor de Urkullu: "Ari, ari, ari Urkullu lehendakari".
El nuevo lehendakari estuvo acompañado por su familia, su madre Flori Renteria y su esposa Lucía Arieta-Araunabeña y sus tres hijos. También presenciaron la ceremonia la práctica totalidad de las autoridades institucionales de la CAV, entre ellos todos los consejeros del Ejecutivo saliente y los ocho que a partir de la próxima semana integrarán el gabinete de Urkullu, el más reducido en la historia del Gobierno Vasco. No faltaron tampoco cargos públicos y parlamentarios del PNV, ni del resto de formaciones políticas, hasta de EH Bildu, con la presencia de Pello Urizar, Oskar Matute y Belén Arrondo.