Para mí, decir Euskadi es activarse inmediatamente en mi mente y en mis recuerdos la canción de Raimon que dice: "Tots els colors del verd sota un cel de plom que el sol vol trencar?". Porque esa fue mi primera impresión cuando conocí esa tierra, el choque de ver un país tan verde, para mí que soy de una tierra, Lleida, que tiene de manera predominante los colores de los cereales, tan amarillos?, que sólo desde principios del siglo XX dejó de ser una tierra de secano para empezar a disfrutar del verde de los cultivos del regadio, me deslumbró.
Y si importante fue el descubrimiento del color ese país, más lo fue todavía el cielo de plomo que el sol quería romper. Eran tiempos de dictadura donde todos vivíamos bajo un cielo de plomo y nos movía la esperanza de que algún día el sol pudiera romperlo, porque seguía la canción diciendo que el viento tenía tanta fuerza porque era el viento de un pueblo que había sufrido mucho. Lo conseguimos, logramos que el sol de la democracia hiciera brillar el verde de Euskadi como brillaron y brillan los amarillos y todos los tonos de mi tierra, de todas las tierras.
Por eso el color es importante, nos define desde el punto de vista de cómo abordamos las tareas colectivas, de cómo nos organizamos y, en definitiva, de cómo convivimos. Yo tengo el convencimiento de que un país es su gente, y de que esa gente hace ese país. Por ello, me declaro admiradora de una sociedad que ha sabido conservar en los años más duros de su historia reciente, la capacidad de saber vivir y convivir disfrutando de esos placeres que algunos llaman pequeños y que, sin duda son fundamentales: saber comer, beber, divertirse y reírse. Y sin olvidarme del fútbol?
Hoy Euskadi encara un tiempo nuevo, el de la última estrofa de la canción de Raimon: todos los colores del verde, gora Euskadi, dicen fuerte la gente, la tierra y el mar allá en el País Vasco. El tiempo nuevo no será fácil, pero no puede arrugarnos a los que vivimos el sol de plomo, y que queremos dejar un cielo azul, un verde alimentado por el agua que es siempre vida entre montañas y valles. Por eso, con cariño, admiración y solidaridad: suerte y acierto.