El 27 de noviembre de 1895, en Suecia, se instituía el Premio Nobel a partir de la gran fortuna que legó el inventor de la dinamita, el químico sueco Alfred Nobel, para disgusto de sus allegados directos.
Pretendía tranquilizar su conciencia por los destrozos que el uso bélico de su invento estaba ocasionando en todo el mundo con premios a los investigadores que más se destacaran en descubrimientos que beneficiaran a la humanidad en el campo de la Física, Química, Fisiología o Medicina, Literatura y la paz. Los primeros se otorgaron en 1901. Dotado con casi un millón de euros y la medalla de oro, es el premio más prestigioso del mundo científico.
Por el momento, no hay ningún premiado vasco, aunque todos los años suene un posible nanocandidato de la EHU. Tal vez sean las insidias tan propias entre el profesorado universitario.
En 1907, Pedro Víctor Galtier (1846-1908), graduado en la Escuela Nacional Veterinaria de Lyon, el primero que mostró la existencia del virus rábico en las glándulas salivares, comprobando, antes que Pasteur, la duración del período de incubación de la enfermedad, fue nominado por el Karolinska Institutet de Estocolmo, entidad que propone las candidaturas para el Premio Nobel de Medicina, estando prevista su entrega en octubre de 1908, pero falleció el 24 de abril de 1908. Como el premio no puede ser otorgado a título póstumo, en aquella edición fue otorgado ex aequo a Ilya Mechnikov y Paul Ehrlich por sus pioneros trabajos en inmunología.
El único veterinario galardonado con tan alta distinción es el australiano Peter C. Doherty, que obtuvo el Nobel de Fisiología o Medicina en 1996 por sus descubrimientos sobre la respuesta inmunitaria de las células frente a los virus.
Esperemos que el jurado se acuerde pronto, por la edad que tiene, del veterinario escocés John Glen, descubridor del anestésico Propofol en 1973, el más utilizado en la actualidad, para ser reconocido. Pero la cosa no pretende ir de veterinarios, no.
Entre bastidores
En la medianoche del viernes, la candidatura de la venezolana Machado, la única entre los 338 aspirantes, sólo reunía un 3% de preferencias en las apuestas en línea. Sin embargo, poco antes de que el Comité Nobel del Parlamento noruego anunciara el ganador, la cifra se disparó al 70%.
Algo debió ocurrir entre bastidores que propició ese vuelco inesperado en las oficinas de apuestas para que el cónclave, teóricamente secreto, de los cinco venerables electores, ajenos a la opinión inicial mayoritaria de los apostantes, optara por Maricori.
Todo apunta, en opinión del director del Instituto Nobel, Kristian Berg Harpviken, a una transmigración de datos desde el Comité que ahora investigan las autoridades noruegas. De hecho, tres boletos del sitio de apuestas Polymarket, registrados cuando estaban a punto de cerrar las taquillas, ganaron cerca de 90.000 dólares. Lo más probable es que la investigación no llegue a nada. Carpetazo y archivo.
El Nobel contra la Paz
Ha pasado el suficiente tiempo para que los aduladores en las diferentes nóminas, publiquen las sentidas apologías de todos los años, pero cambiando el nombre de la persona elegida para el Nobel de la Paz. Ahora nos llega el turno a los que no compartimos los canónicos elogios.
La distinción ya había perdido todo su glamur desde de que personajes tan poco pacíficos como Henry Kissinger, Menachem Begin, Isaac Rabin o Barak Obama, el autor del bloqueo económico a Venezuela en marzo de 2015, de consecuencias por todos conocidas, entre ellas la emigración –exilio dicen– de toda la clase media, fuesen galardonados con ese laurel.
Ahora consigue situarse en el subsuelo, en lo que en el mundillo de la política se llama “el estercolero de la historia”, al serle otorgado a la multimillonaria de ultra extrema derecha María Corina Machado, a solicitud del secretario de Estado estadounidense, Marco Rubio, el senador Rick Scott y los congresistas Díaz-Balart y Elvira Salazar, en agosto de 2024, un gol en propia puerta para Trump. Una arbitrariedad que tuvo precedentes en el premio que le otorgó la madrileña Isabel Ayuso.
El premio a Maricori se basa en una mentira: “Por su incansable labor en la promoción de los derechos democráticos del pueblo de Venezuela y por su lucha por lograr una transición justa y pacífica de la dictadura a la democracia”. Tendencioso y falso de principio a fin.
No es nuevo que, desde 1999, Venezuela vive bajo un régimen de menguantes libertades diseñado por Hugo Chávez y continuado por el autobusero Nicolás Maduro, que en las elecciones de julio del 2024 se proclamó vencedor por un alto porcentaje, pero sin aportar pruebas, mientras la oposición que lideraba Machado presentó actas de votación que reflejaban su triunfo.
En realidad, Machado, que ha pedido varias veces que EEUU invada Venezuela, incluso con la mediación del argentino Macri y el sionista Netanyahu en diciembre de 2018, es la baza de EEUU para lograr que el gas y el petróleo de Venezuela regresen a donde estaban antes de la llegada de Chávez, es decir, bajo el control de Washington. Ese es el significado de esta señora y su obra para Venezuela.
Ahora le espera un año de agasajos y reconocimientos de los lacayos de EEUU y quizás se siente en el sillón de Maduro si algún misil pulveriza al autobusero. Hay 50 millones de dólares de premio al que suministre las coordenadas exactas de su ubicación. Eso sí que es un Premio Nobel.
Queda la duda de si el próximo 10 de diciembre acudirán a la ceremonia de entrega en el Ayuntamiento de Oslo, Edmundo González Urrutia, flamante presidente electo de Venezuela, en la actualidad libando en Madrid y el audaz Juan Guaidó, autoproclamado presidente, reconocido por el Parlamento Europeo en febrero de 2019 y retirada tal confianza en enero de 2021, residente en Florida.
Hoy domingo
Patatas en salsa verde con bacalao (Gadus morhua). Lengua en salsa. Castañas asadas. Tinto Berola. Agua del Añarbe. Café y petit fours de Gasand.