Una invitacion y dos reflexiones

Hoy domingo, a partir de las 12.00 horas, tomaremos el paseo de La Concha los veterinarios, bajo el lema Veterinarios y familias, unidos por el bienestar animal y la salud pública, junto a aquellas personas sensibilizadas que quieran acompañarnos, en protesta por la aplicación del Real Decreto 666/2023 que burocratiza y dificulta nuestro ejercicio profesional.

La veterinaria es, también, una religión de personas honradas así que a la cabeza no marchará ningún imputado o condenado por corrupción, fraude, cohecho, falsedades, comisiones o ineptitud ante la dana. Ni siquiera una domadora de ranas. Eso es en otro lugar.

El objetivo es solicitar el respaldo de la ciudadanía a nuestra labor clínica y sanitaria y reclamar un acceso justo a tratamientos seguros para nuestros pacientes, homologándonos con el resto de colegas europeos en la venta de medicamentos para nuestros pacientes.

El acto será civilizado, pacífico y silencioso, porque tratamos de demostrar nuestro cabreo a los gobernantes sin molestar al personal. Además, somos conscientes del estrés que causa a nuestras mascotas este tipo de concentraciones porque, al no estar acostumbradas, lo perciben como una amenaza, por lo que es recomendable que marchen atados y a prudente distancia de otras personas y perros que no conocen, en los laterales o en la cola de la manifestación, observando siempre sus reacciones.

El Congreso de los Diputados, a instancias de Esquerra Republicana de Catalunya, aprobó una enmienda transaccional por la que instaba al Gobierno a abrir un diálogo con el sector veterinario para tomar medidas que garanticen el acceso a los medicamentos, especialmente antibióticos, en farmacias y otros puntos autorizados. Además, reclamaba la reducción de la carga administrativa, la equiparación fiscal con otras profesiones sanitarias y el reconocimiento institucional del papel del veterinario en la salud pública, bajo el enfoque de Una Sola Salud. También denunció su portavoz que la normativa actual impide a muchas clínicas dispensar dosis completas, lo que retrasa tratamientos urgentes.

De Auschwitz a Gaza

Nos cuesta expresar con palabras lo que sentimos ante la forma en que Israel sigue asesinando con total impunidad, día a día, a mujeres, ancianos y niños palestinos hambrientos, practicando su limpieza étnica sistemática, mientras, paradójicamente, prohíben la producción de foie gras para evitar el sufrimiento presunto a los patos. Sin embargo, es una indignación estéril. Nos remueve las entrañas la pasividad de esa Europa de los grandes valores universales ante esa masacre. Pero que tampoco nos pidan algo más que esa agitación interior.

Una cosa es sentir compasión y hasta empatía por los palestinos y otra, muy diferente, que haya que renunciar a espacios de nuestra zona de confort. Si me piden que maldiga a Netanyahu y sus secuaces, lo hago y con gusto y hasta firmo una condena, aunque luego no sepa dónde acaba esa firma. Es gratis. Pero si me piden que no compre determinado producto de aquella procedencia, patatas, por ejemplo, donde tengo por costumbre y lo sustituya por otro de diferente origen, pero un poco más caro, estamos entrando en terreno movedizo. 

Pretender ese cambio de actitud es ir más allá de lo que nosotros, ciudadanos indignados europeos, estamos dispuestos a ir. Es mucho compromiso. Todo tiene su medida. Indignación por el genocidio de los palestinos toda, pero hacer algunos sacrificios o concesiones es pedir demasiado. Ahí, comenzamos a admitir matices. Por eso digo que nuestro enfado es absolutamente estéril, cuando no puro postureo.

Tolerancia selectiva

Una de las características de Occidente es que no le enoja todo lo malo, sino solo aquello que, siéndolo, afecta a sus intereses negativamente. Aunque sea nefasto, si es positivo para su conveniencia se tolera. Esta selectividad no es nueva, pero actualmente se observa con una nitidez poco habitual.

En el caso de Palestina, las autoridades europeas muestran una indignación contenida, que no va más allá de algunas declaraciones vacías, hechas para consumo de los ciudadanos europeos que no entienden tanta pasividad ante la matanza que se está escenificando delante de sus narices pero, sin que sea necesario respaldarla con argumentos para no caer en el ridículo, por ejemplo y por citar un caso, las recientes manifestaciones de Borrell, responsable de Asuntos Exteriores de la Unión hasta hace unas semanas y que ahora se rasga las vestiduras ante la barbarie sionista. Qué cara más dura tiene el de la Pobla de Segur.

En el caso de la guerra de Ucrania pasa otro tanto, aunque de manera algo menos evidente porque los medios contribuyen a enturbiar las cosas. Para muchos, quizá haya sido una sorpresa conocer que Ucrania también realiza ataques masivos con drones contra ciudades e infraestructuras rusas y que en esos ataques mueren tantos civiles, como en los ataques rusos, sin olvidar que fueron estos los que invadieron Ucrania por razones más o menos conocidas.

Eso quiere decir que la indignación selectiva del ciudadano europeo está inducida y dirigida desde las alturas. Se debe indignar contra los rusos, nuestros ancestrales enemigos, pero no es procedente que lo haga con los ucranianos, nuestros recientes aliados, que ponen los muertos mientras nosotros usufructuamos el lado económico y político de esa guerra. Sin mayores indagaciones.

Esa selectividad, hábilmente pastoreada por los medios, no es nueva. La Europa de los valores universales siempre ha marcado diferencias con el resto del mundo, sobre todo en el plano civilizatorio, cultural y ético, como recuerdan a menudo Úrsula y sus adláteres, aunque suene a chiste.

Hoy domingo

Espárragos de Olite. Carrilleras en salsa de vino tinto. Cerezas de Milagro y pastel de Chocolate con leche, intenso de avellana, de Gasand. Crianza de Bodegas Alavesas. Agua del Añarbe. Con el café, petit fours de la misma procedencia.