Dana. Algunos estarán calculando las comisiones que van a percibir por la adjudicación de los trabajos de reconstrucción. Los que no estuvimos directamente afectados, iremos olvidando la desgracia. Es ley de vida. Nos olvidamos del incendio del edificio Campanar de Valencia de catorce plantas, con diez fallecidos, el pasado febrero, que dejó sin hogar a medio millar de personas. Ya casi no recordamos la tragedia de Biescas, que contaba con el informe desfavorable de un funcionario “contrario” al desarrollo turístico y económico de la comarca. A cada desgracia le sucedieron los días de luto oficial, las visitas de los políticos, disfrazados con chaleco y casco, pero sólo un ratito, porque el primero da calor y el segundo es incómodo. La promesa de ayudas sin límite, como en la isla de La Palma, ¿recuerdan? El cruce de acusaciones de culpabilidad y las obviedades y lugares comunes con los que nos tiene acostumbrados el Borbón. Déjà vu.
Spain is different
Es lo que decía el eslogan ideado por el facha Luis Antonio Bolín, falsamente atribuido a Manuel Fraga. Es lo que me venía a la cabeza al ver las primeras noticias sobre el caos organizativo de los recursos de rescate y reconstrucción, sobrados de buena voluntad algunos, como suele ocurrir siempre durante los primeros días en estos casos, pero faltos, en absoluto, de liderazgo político y coordinación técnica.
Aquí, en Euskadi, afirmo categóricamente y con conocimiento de causa, no ocurriría algo parecido.
Bilbao-Bermeo 1983
Sin la menor duda, el lehendakari Carlos Garaikoetxea –con perdón– y su equipo de Gobierno, con el apoyo del resto de las instituciones afectadas, asumieron el liderazgo desde el minuto cero.
Fue mi primer contacto con una catástrofe, cuando en unión de mis compañeros del Departamento de Comercio y Turismo del Gobierno Vasco, bajo la dirección del consejero Carlos Blasco de Imaz, nos hicimos cargo del almacén de provisiones y material que se improvisó en un pabellón de la antigua Feria de Muestras. Azadas, palas, escobas, baldes, agua, leche, productos de higiene y limpieza, botas de goma, conservas de todo tipo, arroz, legumbres…, que se recibían gracias a la solidaridad de numerosas localidades españolas, particulares y centrales de distribución. A la llegada de un camión, se solicitaban voluntarios al Centro de Coordinación y en minutos se presentaba una veintena de personas que improvisaba una cadena humana y dejaba el género apilado en el lugar reservado para cada cosa, o cargaba las furgonetas con el género solicitado por cada colectivo. Un servicio de intendencia improvisado en dos días. Jornadas de muchas horas y luego, al llegar el relevo, descanso en el hotel Ercilla con el método de “cama caliente”, como en los submarinos.
Mesa de coordinación
Durante mi actividad laboral en el Ayuntamiento donostiarra participé en la Mesa de Coordinación de los grandes eventos y catástrofes padecidas. Aprendí mucho con grandes maestros.
Bomberos, guardia municipal, Protección Civil, Donostibus, FCC, Mantenimiento…, tratando de evitar o paliar, las consecuencias imprevistas que surgen en grandes concentraciones de personas o ante fenómenos meteorológicos. Y para eso es precisa una planificación, un conocimiento de los recursos humanos y materiales disponibles a corta y media distancia, y la capacidad para movilizarlos y la implementación de planes de actuación en cada fase del operativo y su logística de soporte, previamente diseñados para que, por ejemplo, los hospitales funcionen lo más parecido a la normalidad, determinadas vías de comunicación estén expeditas, se aseguren los suministros esenciales, se combata, con rigor, el saqueo, y los equipos de ayuda puedan desplazarse, alimentarse, descansar y asearse.
Hay profesionales formados para eso, cuyas actuaciones luego glorificarán los medios de comunicación, aunque, en realidad, sólo cumplen con su trabajo lo mejor que pueden, si les dejan hacerlo.
No se trata de una “ocurrencia”, otro chiringuito, como calificó el presidente Mazón en el momento de eliminar lo que era el inicio de una ambiciosa iniciativa de coordinación de emergencias, para luego privatizarla para algún amiguete, en una región castigada históricamente por las inundaciones y por los incendios forestales, con una construcción especulativa salvaje durante los últimos treinta años, que no ha respetado cauces fluviales, ni riberas, ni costas. El agua, que tiene memoria, ahora se cobra su parte.
También me tocó colaborar en la crisis del Prestige, aquello hilitos de plastilina que aparecieron una mañana en la playa de Ondarreta. Otro ejemplo de coordinación institucional vasca que mitigó los efectos físicos y económicos de la catástrofe.
Jornadas técnicas
Bajo la batuta de Fernando Larrañaga y con el apoyo de la Dirección Financiera municipal, organizamos, durante varios años unas jornadas de Gestión de Riesgos y Emergencias en el campus donostiarra de la UPV/EHU, con la presencia de expertos de primer nivel, incluidos los mandos de la UME, bomberos, policías, Ertzaintza y técnicos de Protección Civil, donde nos enseñaron todo lo contrario a lo que hemos podido presenciar estos primeros días en Valencia.
Próximas elecciones
Todos tenemos los gobiernos que nos merecemos. En eso, los vascos no somos diferentes. Me pregunto si, llegado el momento, sabiendo que ni Sánchez ni el Bordón son responsables directos de la gestión de la tragedia, recordarán los valencianos lo que están padeciendo y castigarán a sus ineptos gestores o, por el contrario, con los muertos enterrarán también las responsabilidades. Algo parecido a lo que ocurrió en la Costa da Morte.
Todavía pueden recurrir a la vía penal para depurar responsabilidades si no se inician las diligencias de oficio.
Hoy domingo
Puerros con patatas. Kokotxas de bacalao en salsa verde. Crianza Viña Zorzal, garnacha de Corella. Agua del Añarbe. Café y tejas de Eceiza de Tolosa.