Encuestas. Del resultado de tres mil encuestas telefónicas se deduce que, un 28% de ciudadanos, considera a Osakidetza un problema importante, incremento notable respecto al inicio de la era Urkullu, cuando era el 7%. En esa misma línea, el Deustobarómetro registra el suspenso que le otorga la ciudadanía, 4,8.

El malestar ciudadano con la sanidad asistencial, se refiere a las listas de espera hospitalarias, cuyos datos oficiales se desconocen desde 2020, aunque una investigación de la OCU concluye que, en el Estado, ocupamos la mejor posición junto con Navarra; y en la atención que se ofrece en los centros de salud. Lógico. No son de recibo demoras de tres meses o más, para una consulta a pacientes con antecedentes cardíacos u oncológicos. Algo falla y eso se traduce en cabreo y, a la postre, cambio del voto.

Tampoco se ha hecho pública la Memoria de Actividad 2022 del Hospital Donostia, ni los datos sobre absentismo del personal sanitario, especialmente femenino, uno de los secretos mejor guardados por Lakua. Seguimos a falta de comunicación y transparencia, lo de siempre.

Euros

Hace poco, los medios de desinformación anunciaban que somos la comunidad autónoma que más dinero destina a la sanidad, por habitante y año. Si gastamos tanto y la insatisfacción crece, no hace falta haber pasado por Harvard para deducir que, existen graves problemas estructurales y de gestión, cuando, tras larga espera, se consigue una consulta. Otra evidencia clara, de que la selección de directivos y gestores es mejorable.

Vaya marrón para Pradales, ungido candidato a Lehendakari por el apparatchik, si le obligan a continuar con las mismas personas de contrastada ineficacia, pero con carnet.

Para mirar hacia adelante, debemos conocer el punto de partida, y si Santiago Zavala Zavalita el personaje de Vargas Llosa, comienza su Conversación en la Catedral preguntándose ¿En qué momento se jodió el Perú?. Aquí podríamos hacer la misma pregunta, refiriéndonos a Osakidetza.

Un artículo publicado en Galde por Iñigo Jaka, médico y gestor sanitario de reconocido prestigio al que, me imagino, en los últimos veinte años nadie habrá contactado para conocer su opinión, ¡ay, el carnet!, recuerda al consejero Javier Aguirre y su Mapa Sanitario Vasco, documento de planificación elaborado por técnicos cualificados, con la colaboración de representantes sociales, que definía la situación y las necesidades a corto plazo. Fue la clave para negociar las exitosas transferencias en la materia.

Con el consejero Freire, en 1989, se produjo un hecho normativo de relevancia: los nuevos jefes de Servicio, responsables de planificar la actividad y de gestionar las listas de espera, debían tener la dedicación exclusiva al hospital público.

En 1993, el Parlamento Vasco aprobó el proyecto Osasuna Zainduz, conocido como Plan Azkuna, por su mentor, aquel consejero que llegaría a ser, –una bilbainada chirene–, el mejor alcalde del mundo, plan inspirado en las medidas aplicadas en Gran Bretaña por la Thatcher, que, además de costarnos una fortuna, no se implementó en su totalidad, porque derogó la exigencia de exclusividad a los jefes de servicio y obvió la planificación, dejando actuar al mercado, reconociendo la complementariedad del sector privado y la reducción de costes que suponía la privatización de prestaciones, dando pie a esa demagogia del “consenso” en un sistema jerarquizado con jefes de servicio con actividad privada. Ahí comenzó el declive de Osakidetza. El del Perú, mucho antes.

Alma ata

En la Conferencia Internacional sobre Atención Primaria de Salud, que se conoce como la Declaración de Alma Ata (Kazajistán) de septiembre de 1978, un evento convocado por la Organización Mundial de la Salud (OMS) y el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF), que contó con la presencia de 134 países, 67 organismos internacionales y muchas organizaciones no gubernamentales, se definieron criterios para la Atención Primaria, preconizando que, mantener al mismo médico durante tres años con el mismo cupo de pacientes, suponía una disminución del 13% en la atención de urgencias, pudiendo llegar al 30%, si el galeno permanecía quince años.

Todo lo contrario del modelo actual de adjudicación de plazas, con sucesivos contratos eventuales de pocos días, fomentando la precariedad y el más absoluto desconocimiento entre sanitarios y pacientes, un sistema que atenta contra la dignidad de los profesionales y de los usuarios de la sanidad pública asistencial. Más desafección.

Normativa

Las competencias de planificación y gestión son subsidiarias y las desarrolla el Gobierno Vasco, en el marco de la Ley General de Sanidad de 1986, del asesinado ministro Lluch, de grata memoria. Osakidetza no puede fichar a los mejores médicos y especialistas, a golpe de talón, como si de futbolistas se tratara, sino que abona los mismos sueldos, guardia más o guardia menos, que el resto de la red hospitalaria del Estado. Por otro lado, el personal hospitalario se debe a un proceso selectivo peculiar y está sujeto a unos concursos de traslados a nivel estatal. Detalles que conviene recordar.

No obstante, País Vasco y Navarra podrán consensuar, en el seno de las Comisiones Mixtas de Concierto Económico y Convenio de Amejoramiento, a partir de enero, la tasa de reposición general de la Oferta de Empleo Público que fija el Ministerio, en virtud del Acuerdo de Investidura. Es una buena noticia para comenzar el año. Falta gestionarlo adecuadamente. Difícil.

Hoy, domingo

Comida suave y para cenar, picoteo, zurrukutuna, tortilla de patatas Itziar y postres navideños. Tinto Baigorri crianza, espumoso aparduna Juanita de Urruzola y agua del Añarbe.

Para toda mi comunidad lectora, que sabe que divertido, no es lo contrario de serio, sino de aburrido, los mejores deseos en el año que comienza y un abrazo fraternal. No cometan excesos que tensionen más las Urgencias, no merece la pena. l