Huella de carbono de un producto

Se refiere a las emisiones de gases efecto invernadero (GEI) -dióxido de carbono, metano y óxido nitroso- durante las etapas de extracción de materias primas, el proceso productivo, la generación de la energía necesaria, el transporte entre etapas, el uso por parte del cliente y su tratamiento como residuo. Existen fórmulas, relativamente sencillas, para calcularlo.

La carne cultivada

Es la carne desarrollada a partir del cultivo de células animales con unas temperaturas determinadas y con unos nutrientes básicos, para acabar obteniendo carne, similar a la picada, con la que se pueden elaborar distintos productos y todo, sin necesidad de criar animales ni recurrir a su sacrificio. No se trata de una imitación de la carne, una especie de surimi, elaborado con otros ingredientes, como las hamburguesas vegetales, fabricadas a partir de proteínas vegetales, sino de ese producto que conocemos como carne y cuya presentación reciente, tanta expectación ha levantado en nuestro entorno.

Un prestigioso colega eibarrés y residente en Fontellas (Navarra), José Luis Juaristi, lector habitual de las homilías, me facilita un paper -artículo pendiente de revisión y evaluación, previo pago- de unos científicos de la Universidad de California, con Derrick Risner, como primer firmante, publicado en la revista RumiNews de junio de 2023, en el que se preguntan si, de verdad, la carne cultivada en laboratorio puede ser económicamente asequible y respetuosa con el medio ambiente.

La carne de cultivo se obtiene cultivando tejido muscular a partir de células madre en unos biorreactores, en un caldo rico en nutrientes, utilizando una técnica y procedimiento muy similar al de la producción de vacunas. Se presenta como una alternativa teórica más respetuosa con los animales y el medio ambiente, porque utiliza menos tierra, piensos, agua y antibióticos que la ganadería tradicional y, además, evita criar y sacrificar animales, ofreciendo un perfil nutricional, similar a la carne tradicional.

Sin embargo, los investigadores que analizaron la huella de carbono de los distintos medios de producción del producto, a partir del análisis del ciclo de vida, se sorprendieron al obtener un rango de 19,2 hasta 1.508 kilogramos de dióxido de carbono, cifra muy superior a la huella mínima declarada para la carne de vacuno de 9,6 kilogramos de dióxido de carbono y esto, sin incluir el almacenamiento, el transporte y otros impactos ambientales que, de contemplarse, incrementarían las cifras y advierten que, es probable que la carne de cultivo requiera más recursos que la mayoría de los sistemas de producción de carne, para concluir que, su producción podría ser hasta veinticinco veces más perjudicial para el clima, que la producción «normal» de carne de vacuno, debido a la cantidad de energía que se consume en el proceso.

Biotech Foods

JBS es un gigante brasileño, referente mundial de la producción de carne y accionista mayoritario (51%) desde el pasado mes de noviembre, de la tecnológica donostiarra Biotech Foods, invierte 38,3 millones de euros para montar la planta de carne de laboratorio más grande del mundo, con capacidad para elevar la producción, a medio plazo, hasta las 4.000 toneladas en Donostia, que espera inaugurar a mediados del próximo año, creando 150 puestos de trabajo.

Por otro lado, la firma brasileña tiene previsto invertir casi sesenta millones de euros, en la creación de un instituto de investigación para desarrollar tecnología enfocadas a la producción de proteínas a partir de células animales.

'Future meat'

Existe otro referente mundial con un producto similar, la compañía Future Meat Technologies con sede en Rehovot (Israel), al sur de Tel Aviv que, aliada con el gigante tailandés de la carne de pollo y cerdo, Charoen Pokphand Foods, desarrollan productos cárnicos híbridos, una mezcla de ingredientes vegetales y cultivados con células, para el mercado asiático, porque son más rápidos de comercializar al ser menos complejos y más asequibles de producir a escala, que los productos cárnicos puramente cultivados que preconizan los donostiarras/brasileiros.

La ficción

La película estadounidense, dirigida por Richard Fleischer, se estrenó en 1973 y en España se tituló Cuando el destino nos alcance. Una pequeña joya de la ciencia-ficción que nos invita a reflexionar sobre el incierto futuro que estamos creando. Basada en la novela ¡Hagan sitio! ¡Hagan sitio! de Harry Harrison (1966), se sitúa en el Nueva York del año 2022, una macrópolis de 40 millones de habitantes, dividida geográfica y socialmente por el cauce de lo que antes fue el río Hudson, ahora seco. 

El hombre ha sobreexplotado los recursos del planeta hasta agotarlos casi por completo, lo que obliga a la inmensa mayoría de la población mundial a comer lo mismo: unas píldoras nutritivas elaboradas a base de algas marinas, que también muestran los primeros signos de agotamiento, que produce una empresa llamada «Soylent» con dos variedades, rojas y amarillas. Solo una élite tiene acceso a alimentos frescos.

Mientras aparece en el horizonte el tercer jinete del Apocalipsis en su caballo negro, trayendo la hambruna, el fabricante del «Soylent» saca al mercado un nuevo producto, el «Soylent Green», mucho más completo y nutritivo que el anterior, con la ventaja añadida de no depender de las algas marinas que comienzan a escasear

Coincidiendo con la presentación de las nuevas píldoras, Simonson (Joseph Cotten), uno de los directivos de la firma «Alimentos Soylent», es asesinado. Un agente de policía, Thorn (interpretado por Heston) se ocupa de investigar este crimen, que le llevará al interior de las instalaciones fabriles hasta descubrir el secreto de la composición real del «Soylent Green»: Son personas.

Hoy domingo

Vainas con hongos y jamón. Chipirones en su tinta. Fresas. Café. Petits fours. Rosado Gran Feudo. Agua del Añarbe