Cambio climático

Un artículo de Kai Kornhuber publicado en Nature Communications, de julio de 2023, llama la atención sobre las malas cosechas simultáneas y continuadas en algunas regiones como consecuencia del cambio climático que estamos padeciendo y su repercusión en el precio de los alimentos, lo que generará conflictos y hambrunas a corto plazo en los países dependientes de las importaciones.

Del trabajo se hace eco Jorge Mombiot en The Guardian del pasado 15 de julio. Mombiot advierte de que el sistema alimentario global puede no estar lejos de su punto de inflexión por razones estructurales similares a las que hundieron al sector financiero en 2008, preguntándose por los intereses ocultos que evitan que la población se preocupe por el tema en profundidad y sea objeto de debate a todos los niveles y se obvie concentrar los recursos para combatir con rigor los efectos del cambio climático. Parece que, cuanto más rica se vuelve una fracción de la sociedad, mayor es su poder político y más extremas se hacen sus demandas y concluye que la lucha para evitar el fracaso sistémico estriba en la eterna pugna entre democracia y plutocracia.

En la misma línea de preocupación, pero en este caso me llama mucho más la atención, por la discreción que caracteriza a sus protagonistas, perseguidos, denostados y temidos en España, la demanda que publica el diario La Libre del 15 de julio por parte de los masones belgas, solicitando medidas efectivas, rigurosas y urgentes para el clima y la biodiversidad porque el Reglamento de Restauración de la Naturaleza adoptado el 12 de julio por el Parlamento Europeo ha quedado muy debilitado por diversas enmiendas que, finalmente, fueron aceptadas.

Y recuerdan que, no siendo el objeto ni el fin de la masonería, expresar una opinión colectiva sino trabajar para el desarrollo moral, intelectual y espiritual de todos, en el marco de una humanidad fraternalmente organizada entre las personas por un lado y, entre éstas y la naturaleza en su conjunto por otro pero, cuando el respeto a los valores humanos está en peligro, cuando una vida digna para todos corre el riesgo de no estar asegurada y la calidad de vida de las generaciones futuras está profundamente comprometida, el silencio ya no es tolerable.

Mientras todo esto ocurría, en estos pagos nuestros, generalmente poco y mal informados sobre la que se decide en el Parlamento Europeo, estábamos más preocupados por unas elecciones cuyo resultado podía propiciar la llegada a la Moncloa de quienes, precisamente, niegan la existencia de tal cambio climático porque, afirman, siempre ha hecho calor en verano y frío en invierno.

Era Sandro Pertini quien afirmaba que “a veces, hay que luchar, no sólo sin miedo, sino sin esperanza. Pero hay que hacerlo”. Pues eso.

Mosquitos

Precisamente, el incremento del calor y de las lluvias ha supuesto la presencia entre nosotros de nuevos géneros de mosquitos y, en consecuencia, de nuevas zoonosis, hasta no ha mucho para nosotros desconocidas.

Recientemente, Diario Veterinario informaba de la identificación de una nueva especie de mosquito invasora en las costas baleares, elevando a 85 el número de especies de culicoides en España. La revista de la Royal Entomological Society se hacía eco en un artículo en el que los entomólogos españoles describían la caracterización morfológica y molecular del Culicoides caucoliberensis.

Los mosquitos del género culicoides son vectores de patógenos que afectan tanto a la fauna silvestre y al ganado, como a la lengua azul o enfermedades emergentes como la recientemente notificada en España Enfermedad Hemorrágica epizoótica, y a las personas.

Hace tres años, un entomólogo aficionado detectó la presencia del mosquito Aedes japonicus en Asturias, lo fotografió, remitió la foto a la plataforma Mosquito Alert, una entidad que agrupa a ciudadanos interesados, científicos y gestores de la salud pública y del medio ambiente, y le confirmaron sus sospechas. No se le considera muy peligroso.

Hace una década que los veterinarios municipales donostiarras de Salud Pública vienen controlando la presencia entre nosotros de mosquitos invasores con trampas instaladas en aparcamientos y gasolineras, porque los insectos viajan entre la carga o el equipaje de los vehículos procedentes del norte de África.

El mosquito tigre –Aedes albopictus–, originario del sudeste de Asia, se encuentra ampliamente extendido en Europa desde 1979, y es el que supone un mayor riesgo ante una transmisión sostenida de enfermedades hasta ahora consideradas como tropicales. Basta que piquen a algún enfermo con algún virus para liarla en una amplia zona. Pero el más preocupante es el Aedes aegypti. Fue el transmisor de la fiebre amarilla en Europa en los siglos pasados, causando decenas de miles de muertos. Una maldición de los dioses africanos, porque se expandió por el tráfico de esclavos hacia América y, al resto del mundo, por el comercio internacional. Ambos son transmisores de los virus causantes de enfermedades como el dengue, zika y chikungunya, impensables entre nosotros hace dos décadas.

La actividad de estos mosquitos es mayor con las altas temperaturas y, cuanto más calor haga en invierno, más circulación tendremos en la primavera y otoño siguientes. Para su reproducción precisan de aguas encharcadas y los programas de control suponen eliminarlas, harto difícil, porque sería necesario contar con programas de vigilancia y establecer sistemas de información geográfica.

La revista Science informa que la bacteria Delftia tsuruhatensis suprime la transmisión de malaria por mosquitos anofelinos merced a un alcaloide que produce y que inhibe el crecimiento de los plasmodios causantes de la malaria, según las pruebas de campo efectuadas en Burkina Faso por un amplio equipo internacional de investigadores.

Hoy domingo

Vainas. Bonito encebollado. Fresas. Café. Petits fours. Rosado Gran Feudo. Agua fresca del Añarbe. l