“Albricias¡ No paran de felicitarme familiares, deudos, amigos y conocidos en el barrio, en la escalera... El caso lo merece. Aunque algunos maliciosos objeten que habré usado mis influencias profesionales. A los siete meses y quince días de la solicitud, me hicieron la resonancia magnética, no sin que antes me llamara una telefonista muy simpática para sugerirme retrasar la hora. Cuando le pregunté si era por ceder a otra persona con más influencias políticas, tal vez vinculada al Grand Départ, se echó a reír. Ante tal asentimiento tácito, no me quedó más remedio que aguantar en ayunas un par de horas más, no fuera a terminar en una lista negra. Habrá quien me tenga ganas. ¡Aleluya!

Agua potable

Hoy abrimos el grifo y bebemos el agua con la mayor naturalidad, sin ningún temor. En algunas ocasiones y en algunas localidades, puede tener cierto sabor a cloro, ¡una garantía!, que desaparece teniendo la jarra al aire libre o en el frigorífico durante un rato. Algunos optan por comprar el mismo líquido de la red, pero embotellado. Además, existe una amplia oferta de aguas minerales, medicinales, del Polo Norte, curativas, de sabores, destiladas u oxigenadas. La imaginación de los vendedores no tiene límites y el pijerío de algunos compradores, tampoco.

Sin embargo, en este preciso momento, según el Informe de los Objetivos de Desarrollo Sostenible 2020 de Naciones Unidas, más de 2.000 millones de personas no tienen acceso al agua potable y el doble carecen de saneamiento, y esta escasez del líquido elemento hará desplazarse a 700 millones para el año 2030. Los egipcios ya purificaban el agua hirviéndola y filtrándola luego a través de arena o grava, para luego dejarla enfriar y reposar durante meses, para que precipitasen las partículas e impurezas y mediante un sifón, extraían el agua de la parte superior (decantación). Hipócrates recomienda hervir y luego filtrar el agua de bebida.

La presencia de organismos patógenos en el agua de bebida producía en nuestras ciudades, y Donostia no fue una excepción, epidemias mortales de cólera, tifus, disentería y gastroenteritis.

Fue el Dr. John Snow, precursor de la epidemiología moderna, quien relacionó el brote de cólera de 1854, que ocasionó 700 muertes en el barrio londinense del Soho, con una bomba que suministraba agua proveniente de un pozo contaminado con heces. Más grave fue la epidemia de cólera que diezmó la población de la ciudad de A Coruña ese mismo año.

La primera planta de cloración de agua se puso en marcha en Middelkerke (Bélgica) en 1902, y a partir de ahí se extendió su uso por todo el mundo, reduciéndose sensiblemente los casos de muertes por tifus. La filtración del agua potable junto al uso de cloro es, probablemente, el avance en materia de salud pública más importante del pasado milenio y está relacionada con el espectacular aumento de la esperanza de vida de la población.

Hace unos años, en la cena previa a la salida de la comparsa de Caldereros, un comensal vecino me estuvo dando la brasa con las graves consecuencias que tenía el consumo del agua del grifo, mientras él trasegaba vino sin parar.

En todos los colectivos existe un experto, sin conocimientos acreditados, naturalmente, que conoce los peligros que nos acechan. A mí me tocó el del agua del grifo que, según me comentaba, arrastra nocivos componentes químicos, todos cancerígenos, claro, como los trihalometanos que, dicho así, asusta porque suena a las hordas de Miramamolín, Príncipe de los Creyentes en la Batalla de las Navas de Tolosa, año 1212, las cadenas de Navarra y todo eso. Nada tienen que ver.

Trihalometanos son compuestos que se generan tras el proceso de potabilización por la reacción del cloro con la materia orgánica, hojarasca, por ejemplo, que arrastra el agua. También se originan en las piscinas al reaccionar el cloro con la pixa de los usuarios.

Efectivamente, son los responsables del 5% de los cánceres de vejiga en la Unión Europea. El límite permitido por el reglamento europeo es de 100 microgramos por litro. El nivel de exposición medio en España, actualizado según el Sistema de Información Nacional de Aguas de Consumo, es de 27,35 microgramos por litro, casi cuatro veces inferior al máximo fijado en la normativa.

En consecuencia, el agua que bebemos es segura y las alternativas, ya lo hemos recordado, son peores. El agua embotellada, igual no tiene trihalometanos, pero es mucho más cara y menos respetuosa con el medio ambiente porque necesita envase y transporte, se generan residuos plásticos, gases y partículas contaminantes que repercuten negativamente sobre la salud.

Todos sabemos a estas alturas que hay otros factores mucho más importantes que el agua potable a considerar, a la hora de preocuparse por el cáncer, como el tabaco, el alcohol, el sedentarismo o la obesidad.

Y abundando en el tema, me encuentro con lo que, según la presentación, parecía otro tema preocupante. Un trabajo publicado en Elsevier el 15 de julio de 2022, firmado por Albert Vega-Herrera y colaboradores, titulado Polímeros de micro(nano)plástico en el agua del grifo doméstico del Área Metropolitana de Barcelona,nos advierte de la presencia de microplásticos en el río Llobregat que, en su corto recorrido, soporta en sus orillas una alta densidad industrial, antes de abastecer de agua potable de la Ciudad Condal. Según las muestras tomadas a la entrada de la depuradora (ETAP), se detectó, estadísticamente, un microplástico por litro y su casi ausencia a la salida. Dicho de otra manera, quizás menos impactante, la ETAP es muy eficiente a la hora de filtrar y eliminar esas impurezas, pero con ese título, de tan escaso impacto, los autores corrían el riesgo de que, ni siquiera les publicaran el artículo. Cosas del marketing académico.

Hoy domingo

Alcachofas con espárragos frescos. Lengua en salsa. Manzana reineta asada con fresas. Txakoli Arbela de Aia con uvas Hondarribi zuri, Chardonnay y petit courbu. Café.

*Doctor en Veterinaria