e dejado pasar unos días para digerir la impactante noticia con la que se nos atragantó el desayuno la otra mañana. Probablemente a muchas personas les ocurrió lo mismo, si bien la trascendencia de la misma en el mundo en el que vivimos ya habrá desaparecido. Como tantas otras cosas que ocurren en esta sociedad, anestesiada para muchos asuntos, sensible solo durante el tiempo, casi un momento, que dura su lectura y poco más, porque luego viene otra crónica igualmente espeluznante. ¿Qué hay de Aylan el niño muerto, solo, en una playa desierta? Demasiada información, demasiada violencia que es difícil de soportar, razón por la que solemos aparcar estos comunicados y olvidarlos para evitar el sufrimiento. Un mecanismo de defensa conocido en la Psicología.

Pues bien, la noticia, la recordarán, decía que la Policía Nacional había detenido en nuestro país a 50 personas por distribuir pornografía infantil. Hasta aquí podría ser un reporte normal y, lamentablemente, habitual. Sin embargo, en este caso se precisaba que de esos detenidos solo seis eran mayores de edad. Los demás, niños y adolescentes que llevaban una vida completamente normal, es decir, buenos estudiantes y socialmente adaptados. Como tu hijo, sobrino o nieto, amable lector/a.

Según los policías encargados de la investigación -a los que les sorprendió la crudeza de los vídeos a pesar de que estaban acostumbrados-, eran materiales pornográficos de realismo extremo, incluyendo la violación de un bebé de cinco meses -sí, sí, repito, la violación de un bebé de cinco meses- o agresiones sexuales a una niña de dos años.

Por tanto, no se trataba de vídeos porno convencionales, de sexting o de relaciones sexuales adolescentes. No, era un salto cualitativo, si bien se apresuraron a decir que las grabaciones eran de países extranjeros, suponemos para quitar hierro al asunto. Pero los consumidores eran niños españoles.

Los distribuían y les parecía lo más normal del mundo. Incluso se carcajeaban de las imágenes de un pene en la boca de un bebé o la violación de una niña de dos años. Además, en estos grupos suele ocurrir con mucha frecuencia que se plantea una competición a ver quién es más machote y comparte el vídeo más duro y violento, porque de ese modo se es más popular. Y se compite sin ningún pudor.

Los materiales se compartían a través de Instagram, una red social que se caracteriza por la censura de un pezón de una chica, pero que de todos es sabido que es una red en la que se comparte pornografía y enlaces a páginas de prostitución indirectamente. Al igual que otras redes sociales que están infladas de pornografía como Twitter.

Un responsable policial señalaba: "No se trata de una red de pornografía infantil, sino de usuarios independientes que suelen ser chicos, es muy raro que encontremos a alguna mujer". En total se habían identificado a 51 personas, de las cuales 45 eran menores de edad, y de estos, siete carecían de responsabilidad penal al tener menos de 14 años.

Este mando de las Fuerzas de Seguridad subrayaba en la entrevista a los medios que "actualmente hay un acceso demasiado rápido y fácil a la pornografía en la que la mujer es utilizada como objeto y, además, el mayor placer se obtiene cuando hay violencia. Esto está influyendo en el desarrollo evolutivo y sexual de los jóvenes, que ven como normales este tipo de comportamientos".

El funcionario no descubría nada nuevo. Esto es algo de lo que nosotros venimos hablando desde hace muchos años. Ya en 1980 advertíamos en un artículo de las consecuencias de dejar la educación sexual de nuestros menores en manos del porno y, lamentablemente, se han cumplido nuestros pronósticos. Al igual que hay una generación X o Z, nosotros hablamos de una generación de niños y niñas pornográficos, concepto que hemos propuesto para señalar la gravedad de este asunto. Niños y niñas que serán adultos con importantes destrozos afectivos, emocionales y sexuales. No nos cabe ninguna duda.

Basta que veamos los informes de la Fiscalía española o los Defensores del Menor de las CCAA, que cada año nos informan de incrementos significativos de los delitos sexuales en los que están implicados nuestros menores. O los de muchos profesionales, estudios e investigaciones que constatan este cambio tan relevante.

¿Y cómo es posible que ocurra esto?, inquieren muchas personas llevándose las manos a la cabeza. Muy sencillo: esa es la consecuencia de la desidia social (de muchas familias, políticos, responsables educativos y sanitarios€) frente a la educación sexual de nuestros niños y niñas. Hemos decidido que sea la pornografía violenta que se ofrece gratis en Internet las 24 horas al día, los 365 días del año, la que les eduque, es decir, les ofrezca informaciones y ayude a construir sus actitudes y valores toda vez que promoviendo modelos de conducta sexual violentos y sexistas. Desde muy pronto. Cada vez más precoz: algunos estudios ya apuntan a los 6 años.

Sí: tu hijo, nieto o sobrino consume pornografía. Te guste o no te guste. Estés de acuerdo o no, eso va a ocurrir antes de los 16 años. Y antes de regalarle un móvil, debes hablarle de los riesgos de Internet. Sí o sí. Aunque te entre la taquicardia o las palabras se te atraganten. Debes hacerlo. Es tu responsabilidad. Hagas lo que hagas él va a seguir viendo porno.

Esta situación se ha agravado por la pandemia del COVID-19, porque los dispositivos digitales están pegados con Loctite a la mano de casi todos los chicos y chicas durante gran parte del día. También de sus padres. Y la industria de la pornografía, que es extremadamente poderosa, ha ganado. Siempre gana. Se ha normalizado en nuestra sociedad. Es el referente sexual de nuestros jóvenes. La película porno violenta es el manual de instrucciones 2.0 de esta generación de niños y niñas pornográficos que tratan de emular en sus primeras relaciones sexuales. Poco nos pasa. Vamos a necesitar un batallón de psicólogos especialistas en conducta sexual para arreglar este desaguisado en los próximos años.

Doctor en Psicología, especialista en Sexología y autor del programa educativo 'Tus hijos ven porno. ¿Qué vas a hacer?' (www.joseluisgarcia.net)