El candidato a lehendakari del PNV, Imanol Pradales, se ha referido en dos ocasiones esta semana, a la necesidad de poner en marcha un fondo soberano vasco para responder a los nuevos retos que tiene la economía del país a la hora de afrontar la transformación digital y energética. La insistencia del mensaje pone en evidencia que la preocupación por la falta de músculo financiero existente en Euskadi, y que ha provocado el traslado al exterior de los centros de decisión de importantes empresas tractoras y estratégicas vascas, no solo está circunscrita en los sectores económicos y empresariales, sino que ha calado a fondo en ámbitos políticos e institucionales

Probablemente, si no recuerdo mal, es la primera vez que un asunto de tal calado estructural y fundamental para el desarrollo económico de un país se pone encima de la mesa del debate político en una precampaña electoral y, además, en términos de necesidad y urgencia.

Y la cuestión no es baladí porque tras la desaparición de las cajas de ahorro vascas y su capacidad inversora y de los holdings de inversión industrial creados en los años 90 del pasado siglo, que sirvieron para consolidar importantes empresas en dificultades y crear nuevos grupos industriales en actividades con gran futuro como las energías renovables, aeronáutica, automoción o telecomunicaciones, en el camino, el tejido empresarial vasco ha perdido el control de compañías tractoras y estratégicas de la importancia de ITP Aero, Gamesa, Euskaltel, ACB, Ibermática, etc. Amén de la venta de un rosario de pymes competitivas en sus sectores industriales y con peso estratégico que han sido vendidas a grupos industriales o gestoras de capital riesgo foráneas.

Pradales dice que en este país hay capacidad financiera suficiente para destinar esos fondos a la inversión industrial cuando haya una operación relevante de crecimiento, consolidación y arraigo en el país. Para ello cita los más de 1.000 millones de euros que disponen las fundaciones bancarias, los 28.000 millones de patrimonio que tienen las EPSV vascas, de los que 1.700 millones ya están invertidos, según el balance económico de 2023, así como los instrumentos financieros del Gobierno Vasco como Finkatuz y el Instituto Vasco de Finanzas, a lo que hay que sumar las capacidades fiscales que ofrece el Concierto Económico.

Según Pradales, se necesita “estrategia, alineación y foco” para activar este fondo soberano vasco que sea instrumento necesario para abordar operaciones industriales y tecnológicas de calado. El problema está en saber si ese instrumento que propone el candidato jeltzale a lehendakari es necesario a día de hoy, dadas las características actuales del tejido empresarial vasco, donde las grandes empresas que podrían necesitar de grandes recursos de capital se pueden contar con los dedos de una mano, mientras que las pymes, en sus diferentes tamaños, conforman casi en su totalidad el paisaje industrial vasco.

El debate está en poner en marcha un gran fondo o contar con un conglomerado de muchos fondos de 200 o 300 millones de euros que pueden servir perfectamente para resolver los problemas de financiación de nuestras pymes a la hora de consolidar y favorecer su crecimiento y desarrollo, así como garantizar su arraigo en el país.

El problema de ese fondo soberano estaría centrado en su articulación y en su gestión, teniendo en cuenta el gran número de actores que tienen que participar y la diversidad de intereses que representan. Al margen de la existencia de un gran liderazgo que sepa dirigir y aglutinar bajo su figura todo ese conjunto de entidades y que es fundamental, cuando la base de este tipo de iniciativas está en la colaboración público-privada, que tantos buenos resultados ha dado a este país.

Por eso, la creación del clúster financiero BasqueFIK, que ha comenzado ya su andadura y a cuya presentación, el pasado viernes, en Bilbao, para dar a conocer sus objetivos, estatutos y modelo de gobernanza acudieron un total de 100 entidades del ecosistema financiero vasco, –en lo que ha sido calificado como todo un éxito de convocatoria–, va a suponer un punto de inflexión a la hora de resolver los problemas financieros de nuestras empresas, asegurar su arraigo y crear una cultura y una formación de talento especifico, inexistente hasta ahora.

La creación de una industria financiera vasca, –tantas veces reclamada desde estas páginas–, parece que ya es un hecho indubitado a tenor del número de gestoras de capital y los fondos de inversión que se han creado en los últimos años. Si en el año 2022, en Euskadi existían 12 gestoras de capital que administraban 71 instrumentos de financiación, dos años más tarde, es decir, en 2024, el número de entidades alcanza las 19 que disponen de 103 fondos, según datos facilitados por Orkestra-Instituto Vasco de Competitividad, a partir del registro de la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV).

Toda una muestra de cómo en cuestión de muy poco tiempo el escenario se ha invertido de manera positiva, gracias a la alarmante necesidad que tenían nuestras empresas de tener vías de financiación alternativas a las bancarias, cuya dependencia era excesiva, al tiempo que más cara, por la subida de los tipos de interés, y cada vez más menguante ante la asunción de riesgos.

Con este panorama, Euskadi se configura como un territorio atractivo para la inversión, en línea con las perspectivas positivas que pronostican los especialistas en corporate finance, tras la estabilización de los tipos de interés. Se estima que, solo contando con las operaciones de fusiones y adquisiciones de empresas pendientes de cerrar en el conjunto de Euskal Herria y que suman los 3.400 millones de euros, los niveles de inversión en este año se situarían un 5% por encima de la media de los últimos ejercicios.

Hay que recordar que, en el año 2022, las operaciones corporativas de empresas alcanzaron los 8.000 millones de euros, debido al gran peso que sobre el conjunto tuvieron las ventas de Gamesa e ITP Aero. El sector tecnológico, por su carácter transformador; el energético, por su capacidad de implementar los costes a los precios; y el de salud, que se caracteriza por su resiliencia, se configuran como los más atractivos para los inversores.

Con este escenario y teniendo instrumentos tan potentes como BasqueFIK, que aglutina en su seno a fondos de inversión privados, gestoras de capital riesgo del Gobierno Vasco y de la Diputación Foral de Bizkaia, family office, entidades bancarias, organizaciones financieras, EPSV, empresas tecnológicas y consultoras empresariales, y una vez que el clúster financiero, tome velocidad de crucero, el nuevo gobierno que resulte de las elecciones del 21 de abril deberá adquirir el protagonismo necesario para que esta incipiente industria financiera tenga el peso necesario para convertirse en el cómplice necesario en el devenir económico y empresarial de Euskadi. En ello, nos jugamos mucho como país.