Si cumplir 50 años en una empresa industrial al uso es toda una conmemoración por lo que significa de consolidación de un proyecto y superación de las dificultades que ha tenido que vencer para su desarrollo, todavía lo es más, cuando esa compañía centra toda su actividad en la promoción y desarrollo del euskera y de la cultura vasca. Y la celebración todavía puede ser más relevante, si se tiene en cuenta que el nacimiento de esa empresa se produjo cuando el euskera estaba perseguido, no era un idioma oficial y existía toda suerte de obstáculos que entorpecían el desarrollo incipiente de la compañía.

Hoy, cinco décadas después, Elkar Fundazioa es una entidad a la que pertenece un conglomerado de cuatro sellos editoriales y participaciones importantes en editoriales de libros de texto e infantiles y juveniles; tres distribuidoras, -lo que le hace ser una de las tres más importantes de todo el Estado-; 18 librerías, ubicadas todas ellas en Euskadi, una empresa de impresión y la participación del 10% en otra, así como la presencia en otros proyectos empresariales vinculados al mundo de la cultura vasca.

Estas 25 empresas y cinco participadas que forman el grupo Elkar registraron el año pasado una facturación de 110,3 millones de euros, de los que la mayor parte, el 78%, en concreto, 85,6 millones tuvieron su origen en la distribución, seguida de las librerías que aportaron 16,4 millones, lo que representa el 15% del total, mientras que la edición supuso el 4% del total con un volumen de negocio de 4,1 millones. En la sede central de la localidad guipuzcoana de Aduna, a la que Elkar se trasladó hace un año con una inversión de 12 millones de euros, se almacenan dos millones de libros y cada año se distribuyen 10 millones de ejemplares, además de juegos y material de oficina que proceden de editores y fabricantes de todo el Estado y que, en función de los pedidos, vuelven a repartirse por toda la geografía española.

Otro dato importante a tener en cuenta es que estas empresas generan una plantilla de 428 personas de los que 376 trabajan en Euskadi y los 52 restantes en el Estado, lo que da una idea de la filosofía de arraigo en el país que tiene Elkar, al decidir hace unos años, centralizar en Euskadi todas las operaciones de los centros de distribución que mantenía en el Estado, con el fin de asegurar los puestos de trabajo aquí y seguir creciendo para garantizar las infraestructuras e instrumentos necesarios para el desarrollo y progreso del euskera y de la cultura vasca.

Todos estos números ponen de relieve que Elkar no solo es una sólida e importante compañía en términos económicos, sino que aporta también unas singularidades propias sobre un modelo de organización interna muy poco común en el tejido empresarial vasco y que tiene mucho que ver con la cultura del auzolan que tanto caracteriza a este país.

En por ello, que la Diputación de Gipuzkoa ha concedido este año la medalla de oro del territorio a Elkar Fundazioa por su labor en la promoción y el desarrollo del euskera y de la cultura vasca, hasta el punto de convertirse en pieza clave del ecosistema cultural vasco y, a través de sus empresas, en “uno de los mayores motores económicos del territorio”.

Una de las razones fundamentales del gran crecimiento que ha tenido Elkar en este tiempo, se debe a uno de los principios fundacionales que dio origen a esta empresa constituida como editorial hace cinco décadas en Iparralde. Como consecuencia de las adversidades políticas de aquel momento, Elkar tuvo que, en lo que era una novedad en el sector, abarcar toda la cadena de valor de la cultura y de sus soportes que van desde la edición, pasando por la impresión, siguiendo por la distribución y terminando con la venta en una red de librerías propias, con lo que se tomó la decisión de que todos los beneficios generados se reinvirtieran en las propias empresas para cumplir con esa misión fundacional que es el desarrollo y fomento del euskera y de la cultura vasca.

La historia de Elkar tiene también otro hito importante como es la constitución de Elkar Fundazioa en el año 1996 de la que dependen todas las empresas del grupo, siendo el único accionista de todas ellas, y donde todos sus recursos económicos generados no tienen otro destino que las propias empresas, a los que también se sumaron los bienes de los fundadores relacionados con la actividad empresarial.

Ese compromiso social que es el eje donde pivota este modelo de organización empresarial se complementa con el rango salarial que tienen las personas que trabajan en las empresas de Elkar y que se ha establecido en una proporción de uno a tres, entre las que menos cobran y los que más. Un baremo que es bastante más reducido que el existente en las cooperativas de nuestro entorno que tienen una horquilla mucho más amplia.

Y todo ello, con el objetivo de “dotar de medios económicos las capacidades humanas existentes a fin de crear, desarrollar y difundir la cultura vasca en la sociedad y mundo modernos” para lo que “la cultura y la economía deben cooperar plenamente”, según se recoge en la carta fundacional de Elkar Fundazioa.

Como en cualquier actividad económica, también la industria de la cultura vasca está atravesando una situación especial que tiene mucho que ver con los nuevos hábitos y costumbres que se están produciendo en la sociedad vasca. En este sentido, mientras en el Estado, las ventas editoriales suben entre un 1 y 2%, en Euskadi bajan un 3% en obras en castellano y desciende al 10% en libros en euskera. Un porcentaje que puede registrar algún repunte la próxima semana con la celebración del Azoka de Durango.

Las causas de este descenso pueden deberse a que el prestigio del euskera está bajando por una pérdida del sentimiento de pertenencia al país que puede existir entre los vascos a nivel colectivo, por mor de otro tipo de actitudes sociales vinculadas al individualismo y el cortoplacismo, también por la fuerza que tiene la digitalización a través de sus diferentes plataformas y contenidos de todo tipo que ofrecen y, por último, la cada vez más importancia que está adquiriendo entre las personas el apartado de ocio y viajes.

Se da la paradoja de que, a día de hoy, cuando hay más creadores en euskera que nunca y con unos altos niveles de calidad similares a otros países de nuestro entorno, la demanda no responde, mientras que, en el pasado, cuando la necesidad cultural de los vascos era muy importante, sin embargo, no había tantos creadores con el suficiente nivel para satisfacerla.

Con esta trayectoria y con esta coyuntura, la industria de la cultura vasca debe ser considerada en los mismos términos que otras actividades industriales y manufactureras, con lo que debe ser tenida en cuenta en los programas de ayudas que ponen en marcha los distintos departamentos económicos de las instituciones vascas y romper con esa línea de subvenciones que, al ser discrecionales, tienen toda una carga de subjetividad que hay que desterrar. Aunque poco a poco, la percepción de que la cultura es también una actividad industrial al uso y que debe tener un tratamiento igual y transversal en los respectivos departamentos de Promoción Económica y Cultura, se está implantando, sin embargo, todavía queda mucho camino por recorrer. Nunca es tarde.