a conferencia que ha comenzado en Glasgow sobre el cambio climático está llamada a ser un punto de inflexión en la lucha contra esta amenaza que ya está aquí pero cuyo impacto en las generaciones futuras dependerá de las decisiones que se tomen ahora. Y la cosa no ha empezado bien. Los países participantes, que son todos los que forman el mundo porque a todos les va la vida en ello, no han hecho los deberes que los expertos en la materia les han puesto de cara a esta cita. Según el informe del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, los planes que se han presentado para la conferencia de la ciudad escocesa están lejos de los compromisos acordados en el acuerdo de París de 2015, con el objetivo clave de limitar el incremento de la temperatura del planeta a 1,5 grados este siglo. Las medidas presentadas por los estados para reducir la emisión de gases aumentarían la temperatura de la Tierra en 2,7 grados, una perspectiva indeseable. De hecho, la suma total de emisiones en 2030 de los nuevos planes climáticos sería superior en un 16% respecto de lo que se emitió a la atmósfera en 2010. La situación no es irreversible pero el margen de tiempo para reaccionar se contrae peligrosamente; según los científicos, es de apenas ocho años para aplicar los objetivos pactados en la conferencia de la capital francesa. Pero no caigamos en el desánimo. Frente a esta visión global, bajando a nuestro terreno el último inventario del Ihobe en la CAV, certifica el gran avance de los tres territorios, y de Gipuzkoa en particular, en la reducción de emisiones. Un buen comportamiento en todos los sectores, menos en el del transporte. Hay tarea por delante.