on la llegada del euro aprendimos lo que era el redondeo al alza, que consistía en subir el precio a lo bestia con una extraña equivalencia que venía a suponer que 100 pelas era 1 euro, cuando no era así, y el cafelito, por poner un ejemplo, pasó a costar de un día para otro la bestialidad de un 66% más: de 100 pelas a 166. El resto de productos, sin llegar a estos extremos, tiró también para arriba en su equivalencia con la nueva moneda. Y como todo se puso carísimo en el supermercado, a la siguiente subida de precios (y ante el temor de que la gente dejara de comprarlos y recurriera a su equivalente de marca blanca) llegó el redondeo a la baja que consistía no en reducir el precio de venta, precisamente, sino en reducir el tamaño de los envases para dar menos producto por el mismo precio, o incluso un poco más caro (técnicamente, Shrinkflation), y así llegaron los nuevos geles de baño de 800 ml (donde antes había un litro), friegasuelos de 1,2 ml (donde antes cabía litro y medio), paquetes de legumbres de 900 gramos (en lugar de un kilo) y tantos otros sin que aparentemente cambie el tamaño de su envase (los estrechan o los llenan de aire). Ahora, la OCU se ha coscado de que los productos están volviendo a encoger: botes de cacao, paquetes de macarrones y hasta yogures que encogen de tamaño para enmascarar, otra vez, que paguemos más por menos.