Punto final y la vida sigue. En el camino, sin embargo, hemos perdido a mucha gente. Demasiada. Ilusa de mí, era de las que pensaba que el coronavirus sería como la gripe A, una falsa alarma. Me equivoqué. Mucho nos hemos equivocado durante esta pandemia. Prueba y error. No me hubiera gustado estar en el papel de las personas que han tomado decisiones sabiendo que en sus manos estaba lo más preciado que tenemos: la vida. Lo han hecho lo mejor que han podido. Eskerrik asko. No era fácil lidiar con la dicotomía entre salud y economía. Tampoco lo era luchar con trajes de astronauta en las UCI de los hospitales. Decidir a quién se le da la oportunidad de vivir. Despedir a quien no tiene a su familia al lado. Llorar de impotencia. Fatiga ante una batalla desigual. Eskerrik asko. Pero en diciembre llegó la vacuna y todo cambio, había esperanza. Ha costado más de lo que queríamos creer y, por desgracia, no ha desaparecido de nuestras vidas. Aprender a convivir con el coronavirus es lo que toca en esta nueva fase. Todavía nos llevaremos algún susto pero no tendrá nada que ver con lo vivido. Nuestra mochila tampoco es la misma con la que emprendimos el camino en marzo de 2020. Hemos cambiado. Echo de menos los abrazos y los besos. Ahora hay que pedir permiso.