l desmadre de horarios, esto de que cenemos más tarde y nos acostemos a horas intempestivas que nada tienen que ver con nuestros vecinos europeos vino dado por el teléfono. Durante años, había que esperar a las diez de la noche para llamar por teléfono. Las conversaciones se medían por pasos, aunque los teléfonos fueran fijos, y si llamabas fuera de tu provincia era una conferencia, que salía a doblón en hora punta. Por eso, salvo emergencias, era habitual esperar a las diez de la noche, que es cuando resultaba más barato. Al otro lado de la muga ese horario empezaba a las seis de la tarde. En un ejercicio de nostalgia, Pedro Sánchez nos ha traído de vuelta la vida en franjas horarias, ahora con la electricidad, subiendo las tarifas a precios astronómicos cuando más falta hace usarla y poniéndola de baratillo justo ahí, cuando deberíamos irnos a la cama y apagar todos los trastos. No suficiente con ello, algunos se permiten reírse de quienes ya antes no podían pagar la factura de la luz (una de las más caras de Europa) diciendo que usen los electrodomésticos de uno en uno, pongan la lavadora a las doce de la noche, tiendan la ropa a secar al calor de la luna y planchen de madrugada y rapidito, tras poner el horno, la vitro y la cafetera, que a las ocho de la mañana sube otra vez la tarifa. Y en invierno, más mantas y menos estufa. ¿Y si les ponemos a currar a ellos de madrugada para ahorrar en el recibo de la luz... o solo tenemos que ser eficientes los demás?