i algo me produce tristeza en mi regreso al fútbol, es el lenguaje que emplean niños de menos de diez años sobre el verde, sin saber siquiera el significado de lo que dicen. Una desafortunada expresión de un deporte en el que aún falta pedagogía y abunda gente que no tiene ni idea. Hostia y mecagüen la puta componen el estribillo de esta melodía. Pues bien, el domingo, mientras tocábamos el cielo con nuestra Real, el partido Cádiz-Valencia reventó por un presunto insulto racista ("negro de mierda") del jugador del Cádiz Cala al central del Valencia Diakhaby, quien lo dejó todo para irse a por el supuesto agresor, al grito de "hijo de puta", según parecen recoger los audios. Si se confirmase el insulto racista del cadista (él lo niega), podrían suspenderle entre dos y cinco años. Dice el ministro Garzón, autoinvitado en este lío, que la retirada del Valencia en apoyo a su jugador es un gesto "heroico". Y digo yo: ¿puede montar semejante cirio alguien que luego llama puta a la madre del otro? Cada uno elige a sus héroes, pero lo triste es que a menudo aprovechamos estas situaciones para chutar a gol y luego alimentamos la basura en las redes sociales, inspiración del soez lenguaje de niños y niñas. "Otras cosas sí, pero negro de mierda, no", decía otro jugador del Valencia. Para él, como para el ministro, vale más un "negro de mierda" que una "puta".