erdonadme si no puedo cumplir con todos aquellos a los que os he dicho que sí, que ya haremos, que ya quedaremos cuando todo esto acabe... Perdonadme si no puedo mantener mi palabra, porque quizá necesitaría una vida y media para disponer de ese tiempo. Planes, planes y planes. Soñar con que llegará un día en que nos declaremos libres de covid, o al menos en el que hayamos controlado la pandemia. Imaginar cómo será nuestra vida cuando podamos volver a tocarnos, a abrazarnos, a besarnos. Cuando dejemos de anhelar la libertad para decidir a dónde vamos o qué hacemos. Cuando dejemos de tener miedo por pensar que un beso puede convertirse en una sentencia de muerte. Por desgracia o por fortuna, según se mire, somos seres resilientes y cuando poco a poco volvamos a recuperar esa ansiada normalidad, olvidaremos que son las cosas pequeñas las que nos han permitido seguir adelante en los tiempos más difíciles, que nos han hecho ser felices a pesar del coronavirus. Es difícil prever qué hemos aprendido de este último año, aunque hay hábitos que seguramente no volverán a ser iguales: no me veo entrando en un ambulatorio o en un hospital sin mascarilla. Pero os doy mi palabra, a todos aquellos a los que os he dicho que sí, de que trataré de cumplir, aunque me lleve toda una vida.