efe de gabinete y presidente discuten. El primero acusa al segundo de falta de audacia. De haber perdido la voz que le llevó al Despacho Oval. Pocas cosas hay peores en política que la parálisis ante la derrota. Josiah Bartlet, uno de los mejores presidentes ficticios de la historia, acepta la estrategia del jefe de gabinete, Leo McGarry: "Dejad que Bartlet sea Bartlet". No hay miedo a perder porque la derrota es parte de la vida, que debería ir más de reducir al máximo el número de derrotas que de eliminarlas. McGarry se lo traslada a su equipo: podrán perder una nominación al Supremo, pero ganarán otras. Más de una vez después de una derrota no queda más que seguir por el mismo camino. Lo dijo la semana pasada el futbolista del Deportivo Eneko Bóveda en La Voz de Galicia: "Ha llegado el momento de permitir el fracaso". Unas elecciones como las catalanas o una pandemia son un momento de crisis para cambiar el chip. Para esas ideas nuevas que nunca tienen sitio. Cuando las cosas van bien, porque mejor no tocarlas; y cuando van mal, no arriesguemos demasiado. Por hache o por be, nunca es momento. Hasta que lo es. Hasta que se pierde la voz y McGarry manda apretar las filas: "Vamos a subir el nivel del debate público en este país. Haremos que ese sea nuestro legado". Solo queda mejorar.