onfieso que los buenos propósitos de Año Nuevo me vienen a durar entre seis y ocho horas, lo que tarde en despertar desde que me acuesto en Nochevieja hasta que me levanto en Año Nuevo, así que hoy, que es 2 de enero, están ya extinguidos. Aún no he probado a dejar de dormir para ver si así tendría remedio lo mío y tardaría un poco más en abandonarlos, pero yo prefiero pensar que es que ya transito por el buen camino y tampoco hay tanto que mejorar. Que me sumo a los buenos deseos por no ir de sobrado: que soy un poco desordenado, sí, pero como decía un profe en la universidad, ahí reside la creatividad; desconfiad de los que tienen un sitio para cada cosa y toda su vida es cuadriculada porque cuando toca buscar la idea fuera de los márgenes establecidos no es fácil atravesar ese espacio. Y luego están los tópicos: dejar de fumar o subir por las escaleras en lugar de usar el ascensor, y ya controlo los dos. El primero porque nunca he empezado a fumar, y así es fácil dejarlo, y el segundo porque tardo menos a pata, pero el asunto no funciona igual si vives en un piso bajo que en uno alto, también es verdad. Así que intentaré no agobiarme antes de tiempo y que vaya mejor este 2021 con más o menos orden. Además, en septiembre hay segunda convocatoria de buenos propósitos. Igual entonces...