ay unas declaraciones deliciosas de Henry Kissinger en 1987. El entonces secretario de Estado estadounidense asistió a un Real Madrid-Mallorca desde el palco del Santiago Bernabéu. "El Real es tan elegante..., realizan unos pases maravillosos", gozó Kissinger del equipo de Beenhaker, que -"sin querer molestar a nadie"- puso a caldo perejil el juego de la selección española, cuyos futbolistas definió "como toreros, muy duros, pero poco ofensivos". El hombre intentaba conseguir el Mundial de 1994. Brasil era su principal rival, de cuya selección se declaró enamorado: "El equipo brasileño, al ataque, parece un grupo de samba en Carnaval". Repartió estopa a los ingleses ("esclavos de la nostalgia por una época pasada, por las tácticas de antes de la II Guerra Mundial") y también a los "tristes" alemanes: "Juegan al fútbol de la misma manera que el Estado Mayor Alemán de los ejércitos preparó la última guerra". Él, decía, no había ido a hablar de política. Pero lo hacía. A metros de ese mismo Santiago Bernabéu, Joan Laporta colgó ayer un cartelón. Enorme. "Ganas de volver a veros". Solo es un precandidato electoral a un club de fútbol, pero ya ha vuelto. Con todo lo que eso supone.