l mismo día que recogí mi acreditación para cubrir el Zinemaldia, un día antes de su inicio, la perdí. Fue en un plazo de media hora, entre que salí de las oficinas del Festival y llegué a la redacción. La acreditación se quedó dentro de la bolsa que me olvidé en el autobús en el que me subí para llegar a trabajar. Tuve suerte, un buen samaritano dio aviso y al día siguiente la bolsa con todo su contenido estaba en objetos perdidos de la Guardia Municipal -gracias, de corazón, si lee esto-. Un excelente y prometedor inicio que solo puede culminarse con un mejor final. Dos días después de que se entregase a la Concha de Oro a Beginning, de Dea Kulumbegashvili; y el mismo día que publicamos la entrevista de balance a José Luis Rebordinos, me monté en otro autobús y me olvidé una mochila de tela, el último regalo que me hizo a una persona a la que aprecio mucho y que, para colmo, incluía unos DVD de coleccionista que había guardado como oro en paño desde hacía 18 años -esta vez, para mi pena, no ha aparecido-; una buena manera de cerrar el círculo. Un amigo me suele decir que debería practicar el mindfulness; algo difícil cuando tienes la cabeza tan llena de cosas que casi vives la vida en tercera persona, como si todos esos despistes, errores y ausencias que nadie entiende le pasasen a un actor de una película.