sos análisis doctrinales sobre si Vox se enmarca en el canon ideológico del fascismo clásico son un ejercicio de comparación que aquellos que lo proponen obtienen siempre el mismo resultado, nada sorprendente por otra parte, de que el partido que lidera Abascal está muy lejos de los fundamentos que guiaron el fascismo alemán, italiano e, incluso, el español de los años 20 y 30 del pasado siglo; vamos, que limando algunas flecos, demócratas de toda la vida. Tratar de analizar a Vox desde la comparación con movimientos que se explican en el contexto sociopolítico de hace casi un siglo, seguramente, es un ejercicio académico interesante pero puede despistar para la política del día a día. De lo que se trata es de comprenderlo en el contexto presente. Esta semana nos ha dejado varias pistas de su esencia con ese "que se pudran en la cárcel" que vociferó un diputado de Vox cuando Jon Iñarritu mostraba su solidaridad a los presos catalanes; con el inmisericorde ataque a Pedro Sánchez por exhibir un elemental gesto de humanidad por la muerte en la cárcel de Martutene de un preso de ETA o con el gusto por el gatillo fácil de Ortega Smith a la hora de abordar la lucha policial contra el narco. Lo peor es la cada vez mayor cercanía del PP con esta forma de hacer política, aunque no nos puede extrañar. Ya vimos que Carlos Urquijo y Macarena Olona formaban un engrasado tándem en su cruzada de imposición de símbolos en Euskadi.