Disney se le ha ocurrido una genialidad: estrenar la película Mulán en su plataforma online para que se vea por la tele a un precio mucho más caro que en el cine, solo amortizable si eres familia numerosa y tienes un salón grande para invitar a los vecinos poniendo un puesto de palomitas en la cocina para que, al menos, paguen la gula. Ver Mulán cuesta 22 euros más los siete euros mensuales de la suscripción a Disney+: 29 euros de nada. A cambio, te dejan ver la peli todas las veces que quieras, como si la tuvieras en DVD, siempre que sigas apoquinando esos siete euros mensuales, porque si te das de baja, la peli también se esfuma con el acceso a la plataforma. No se extrañen si de aquí a un poco Internet se llena de copias piratas de Mulán, porque fueron los precios accesibles de las plataformas digitales las que acabaron con la piratería, o la redujeron a la mínima expresión. Por entre cuatro y diez euros tienes acceso a un banco casi infinito de ocio en forma de películas y series de televisión. Pero ahora llega Disney y vuelve a romper la baraja con su acceso premium no apto para el consumo individual, ni en pareja, solo el familiar o el comunitario. Como aquellos canales de televisión que algunos bloques se inventaron en los ochenta enchufándose al vídeo de un vecino porque el videoclub salía por un pico. Bienvenido al pasado, Disney.