igamos, de entrada, que el Antiguoko tiene todo el derecho para decidir su propio destino, en su caso, su vínculo con el Athletic, la alternativa que, según entienden, mejor se amolda a su filosofía deportiva. Como se podía imaginar, la polémica estaba servida. Se han leído y oído cosas excesivas, desde el boicot hasta casi el destierro. Conviene enfriar la temperatura del debate. Pero más allá del forofismo que ha acompañado a la noticia como primera reacción, el asunto trae al primer plano la política deportiva que desde hace años funciona en Gipuzkoa y que, al contrario de lo que ocurre con otros asuntos de imposible conciliación en nuestro territorio, en este caso sí ha conseguido la adhesión y el consenso de todos los agentes implicados en beneficio de niños y niñas, que desarrollan su actividad física y deportiva en un esquema que potencia el multideporte y la participación igualitaria. Comunidad escolar, clubes deportivos y clubes profesionales, bajo el paraguas legal de las instituciones forales, sostienen un modelo cuyos resultados están a la vista de todos. La riqueza deportiva de Gipuzkoa no tiene parangón en relación a su población, sea deporte popular, aficionado o profesional. Este modelo de éxito contrastado a lo largo de las dos últimas décadas es un ejemplo para aplicar en otros ámbitos necesitados de acuerdos y consensos, más ahora que el virus tantas malas consecuencias nos va a dejar.