í, así sí. Faltaba la guinda de esa espectacular y sabrosa tarta que estaba cocinando la Real esta temporada: su regreso a Europa. Cuando había hecho lo más difícil y la clasificación para la final de la Copa, 32 años después, dotaba a la obra culinaria de un esplendor que no se vislumbraba por estos lares desde hace tiempo, quedarse sin la clasificación para disputar una competición continental la próxima temporada iba a provocar entre la afición un sabor agridulce muy difícil de olvidar, un regusto casi imposible de aliviar. Por esta razón, finalizar la obra, la temporada deportiva con este logro, el que permitirá al club txuri-urdin mostrar su esencia por los diferentes rincones del continente, se había convertido en un propósito de obligado cumplimiento para una plantilla que, eso sí, ha sufrido lo indecible -se ha esforzado hasta el último minuto del choque de ayer- y ha sorteado cuantos contratiempos se le han presentado en el camino de este tramo final de un curso sin precedentes. La maldita pandemia, que tantos sinsabores nos está dejando, no podía privarnos de saborear un éxito que el equipo de Imanol había condimentado con una exquisita calidad, pero también con sacrificio. Ahora sí, con la guinda europea, la hinchada txuri-urdin puede brindar por los suyos y deleitarse con su obra. Zorionak!