Durante las primeras temporadas de Los Simpson Helen Lovejoy, mujer del pastor de Springfield, como consecuencia del estereotipo puritano del personaje, solía formular una pregunta recurrente, una catchphrase que decía así: "¿Pero es que nadie va a pensar en los niños?". La alta viralidad del coronavirus ha provocado que el Gobierno Vasco tome una medida de excepción y suspenda durante 15 días la actividad docente en Gasteiz, desde la guardería hasta la universidad; una decisión que, por otra parte, demuestra la suma fragilidad de nuestra estructura social, puesto que la inactividad escolar lleva aparejada otra realidad: la de los cuidados de los más pequeños que en una sociedad envejecida como la nuestra recae sobre un verdadero grupo de riesgo, las amonas y los aitonas -¿Nadie va a pensar en ellos?-. El impacto de la medida implica la necesidad de reflexión sobre si pecar por exceso ayudará en la contención de la enfermedad a costa de rasgar las costuras de una sociedad no preparada para soportar algo así; si será algo que valdrá de prueba para mejorar el sistema ante futuras pandemias o, por contra, nos enseñará que la mayor enfermedad es esa que se extiende por nuestros móviles y que nos infecta con el virus del miedo.