Preguntaron a una candidata municipal de Bilbao, con perdón, si le habían robado en la calle, y ella respondió que sí, que tres veces. Lo mismo preguntaron a otra, quien tiró de boutade para contestar que todos los meses le roban con la factura de la luz. Según estudios del Ayuntamiento, la principal preocupación de los bilbaínos es la delincuencia. ¿Quién representa al pueblo, la política que sin reparo refleja una realidad o la que se escaquea por elevación? ¿La que habla como la mujer del quinto o la que busca el brillo del tuit? La primera, por cierto, era de Bildu. La segunda, de Podemos.

Ahora se ha sabido que allí en Aste Nagusia han detenido a 73 jóvenes por hurto o robo, muchos violentos reincidentes, y que de ellos 70 son de origen magrebí. Lo de saberse es mero formalismo; más bien se ha confirmado. Basta escuchar a cualquier vecino, aunque también cabe aislarse en un cómodo mutismo, que no moja ni mancha. Y por supuesto es justo denunciar la filtración y afinar el dato en el Parlamento. Pero digo yo que, siquiera alguna tarde, se podrá glosar con espíritu crítico la rotunda cifra citada, llámese dedo o luna.

¿En serio alguien cree que el cabreo de la gente, y no sólo en Bizkaia, es simple fruto del racismo? Porque esa es otra: además de que te pegan el palo hay que oír que tu verdad, que en verdad es la verdad, alienta a la ultraderecha, así que chitón y vaya escándalo con Iberdrola. Lo que sin duda renta es negar el problema: se elude toda culpabilidad en su creación, toda responsabilidad en su solución, y de postre uno se acuesta siendo un ser de luz. Niquelao.