Aznar manda, PP obedece

– Por si alguien lo dudaba, ha quedado meridianamente claro quién maneja la barca del PP. El pasado martes, José María Aznar López reclamó una movilización contundente contra la negociación de una ley de amnistía entre el actual Gobierno español y el soberanismo catalán o, para ser más exactos, Junts. Apenas 24 horas después, el deseo del injubilable caudillo de los genoveses se convirtió en el anuncio de un acto multitudinario de protesta que tendrá lugar (por supuesto, en Madrid) en el fin de semana del 23 y 24 de este mismo mes. No fue más concreta la secretaria general del PP, Cuca Gamarra al adelantar la convocatoria en una entrevista televisiva.

Un par de detalles

– Ahí tenemos dos datos que no son menores. El primero, la fecha para la protesta, apenas dos días antes de la sesión de investidura de Alberto Núñez Feijóo. Resulta bien sencillo desentrañar la confesión que contiene tal circunstancia: el PP la da definitivamente por perdida. Si realmente creyera que tiene la menor opción de sacarla adelante, no tendría ningún motivo para montar un sarao contra un gobierno, el de Pedro Sánchez, al que le quedarían literalmente cuatro teleberris. Una rendición en toda regla. Pero hay un detalle todavía más significativo, que es el de la persona que verbalizó el anuncio. No hace falta tener grandes conocimientos sobre los entresijos de la política para tener claro que quien debe hacer pública cualquier iniciativa de relieve –y esta, indudablemente, tiene tal carácter–, es el líder de la formación que la encabeza. ¿Por qué fue Gamarra y no Núñez Feijóo quien dio cuenta de la organización del acto? En el más favorable de los casos para el presidente del PP, por un nuevo error suyo y/o de su calamitoso equipo de asesores. La otra opción no es difícil deducirla: el mesías empieza a oler a cadaverina política. Llámenme conspiranoico, pero tampoco me pareció casualidad que la primera líder en adherirse con entusiasmo a la convocatoria fuera Isabel Díaz Ayuso.

No hay para tanto ruido

– De todos modos, y yendo a lo que implica el acto en sí, les confieso que no me parece que haya razones serias para preocuparse. Es verdad que el tufillo trumpista es clamoroso, pero algunas reacciones me resultan sobreactuadas. A estas alturas, no puede ser motivo de escándalo que unas decenas de miles de personas salgan a la calle a reclamar lo que les parezca oportuno. Las consecuencias de lo que, seguramente, será un festejo de lo más extravagante deberíamos darlas por tan amortizadas como sabemos que está el propio Feijóo. l