Pésima percepción

–Son de apenas anteayer los sesudos análisis políticos que concluían que el PP evitaría a toda costa pactar con Vox. Es verdad también que se basaban en afirmaciones pretendidamente rotundas de los mandarines de Génova, empezando por el propio Alberto Núñez Feijóo. Venido arriba tras el buen resultado del 28-M, el del efecto no suficientemente demostrado se dedicó a propagar la especie de que gobernarían sin el concurso de Vox. En una lectura de la realidad presuntuosa y soberbia, el Churchillín de La Peroja (Ourense) pensó que los abascálidos se chupaban el dedo y por patriotismo tontuno regalarían sus votos sólo para impedir gobiernos del rojerío. Pues tararí. Que una cosa es presentarse ante la parroquia ultramontana como la última muralla contra el socialcomunismo filoetarra e independentista, y otra, hacer de pagafantas de la derechita cobarde. O, vamos, que los principios están muy bien para las arengas, pero no dan el mismo gustirrinín ni la misma pasta que unos silloncejos gubernamentales. Con el añadido de poder usarlos para imponer medidas neofeudales.

Líneas rojas, ejem

– Enternece escuchar retrospectivamente a Borja Sémper, paladín de la (pseudo) moderación gaviotil calificar como línea roja el pacto con un maltratador condenado como el número uno de Vox en la Comunitat. Con lo fácil que es arreglarlo. Se le pone al tipo de cabeza de lista al Congreso, y tan panchos. Circulen, que aquí no hay nada más que ver. Cuando llegue el momento, el presidente de la demarcación de ese trozo del Mediterráneo será Carlos Mazón, un tipo que aseguró que su única línea roja (otra vez la bendita expresión) —hay que descuajeringarse de la risa— era compartir su gabinete con el partido que preside Santiago Abascal Conde. Sumando los galleos de Sémper y el tal Mazón, podemos llegar a establecer que, cuando el PP habla de “líneas rojas”, se refiere a aquellas que se pueden traspasar tan ricamente. Si fueran azules, ya tal.

Vendrán muchos más

– El resumen de lo transmitido es que el PP ya ha inaugurado el pantano. Y no lo ha hecho en una pedanía perdida, sino en una comunidad de cinco estrellas; sin desmerecer a nadie, seguramente la más importante de las que están en juego. Pasado el sarampión, todo lo demás irá rodado: habrá pactos con los supuestos apestados de extrema derecha en centenares de instituciones. Como es natural, desde las formaciones de izquierda se denunciará la santa alianza reaccionaria. Si alguien cree que eso supondrá que los votantes de uno u otro partido se retraerán el 23 de julio, me temo que va dado.