Vanessa Pérez y Borja Olano, pareja de 34 y 35 años, respectivamente, están decididos a triunfar con su restaurante, Mamis Etxe, que abrió sus puertas el pasado 8 de marzo. Hacía tiempo que ambos tenían la intención de adentrarse en su propio negocio, y se tiraron a la piscina con, según ellos, “el proyecto más ambicioso de todos los que teníamos en mente”.
“Todo llegó muy deprisa. Siempre hemos querido emprender, pero veíamos lejana la posibilidad de arrancar con un proyecto de este calibre, pensado en el largo plazo. Sin embargo, se presentó la oportunidad y tiramos para adelante”
Situado en Oriamendi pasealekua (Aiete), Mamis Etxe, anteriormente conocido como Mamistegi, es un caserío convertido en restaurante, donde prima la comida tradicional vasca y cobran especial relevancia los arroces y la parrilla, sus platos estrella. De hecho, el comedor cuenta con una cristalera por la que los comensales pueden ver cómo se cocinan los alimentos en la brasa. “A los clientes les llama mucho la atención y valoran que seamos tan trasparentes a la hora de cocinar”, destaca Olano, quien reconoce que la apertura del local se desarrolló de una forma algo precipitada: “Todo llegó muy deprisa. Siempre hemos querido emprender, pero veíamos lejana la posibilidad de arrancar con un proyecto de este calibre, pensado en el largo plazo. Sin embargo, se presentó la oportunidad y tiramos para adelante”.
Un inicio incierto
Abrir un restaurante en los tiempos que corren es siempre arriesgado. No es fácil convivir con la incertidumbre que generan los inicios, pero para Pérez el hecho de ser pareja es positivo: “Siempre se habla de lo complicado que es trabajar junto a tu pareja. Yo, sin embargo, no lo veo así. Confiamos plenamente el uno en el otro y estamos de acuerdo a la hora de tomar las decisiones importantes, lo que es imprescindible”.
Por su parte, Olano reconoce que los primeros pasos siempre acarrean vértigo y un cúmulo de dudas: “No lo llamaría miedo, ya que con temor no lo habríamos hecho, pero sí respeto. Además, hay que tener en cuenta el esfuerzo económico tan importante que hay que realizar al principio”.
Mamis Etxe cuenta con una zona ajardinada con terraza exterior y, dentro del propio restaurante, hay una terraza interior con cabida para otras 30 personas
Tampoco es sencilla la tarea de montar un equipo. Según Olano, en este aspecto han sido muy afortunados: “Con algunos miembros del equipo ya habíamos coincidido, pero a otros no los conocíamos. Teníamos claro que queríamos contar con gente joven que sintiera motivación y pasión por el mundo de la hostelería, algo poco frecuente hoy en día. Me siento orgulloso de haberlo conseguido. Se puede decir que hemos creado una pequeña familia”, apunta.
Primeros meses esperanzadores
El local está dividido en dos partes, una destinada al bar, donde se ofrecen raciones, potes y la tortilla de patata de la casa, y la otra al comedor, con espacio para alrededor de 25-30 comensales. Además, Mamis Etxe cuenta con una zona ajardinada con terraza exterior y, dentro del propio restaurante, hay una terraza interior con cabida para otras 30 personas. “Esta terraza interior la asignamos a los grupos grandes. Durante este tiempo ha sido reservada para comidas de empresa, de cuadrillas e incluso para bodas familiares”, apunta Olano.
A lo largo de las primeras semanas de vida del restaurante, decidieron darse margen y centrarse en los clientes del barrio y la gente local: “Por supuesto que queremos crecer y que nos conozcan cada vez más personas, pero al principio nos hemos centrado en lo local. Nuestros primeros clientes fueron familia y amigos, gente de nuestro entorno. Hemos ido poco a poco con el objetivo de adaptarnos y no correr más de la cuenta”, señala Pérez.
Olano cree que uno de los puntos fuertes del negocio es que tanto él como su pareja tienen las ideas muy claras: “Confiamos plenamente en el proyecto. Al final, es un proceso en el que hay que ir poco a poco. De momento, no nos podemos quejar con los resultados que estamos obteniendo. Los fines de semana viene muchísima gente y entre semana estamos cada vez más llenos”.
No a las redes sociales
Se puede decir que estos jóvenes emprendedores donostiarras van por el buen camino. Han apostado por llevar a cabo un crecimiento paulatino, sin querer abarcar más de lo necesario. Por ello, a diferencia de lo que marcan las tendencias actuales, todavía no tienen ni página web ni redes sociales. Por ahora, prefieren centrarse en proporcionar un servicio cercano y natural, con todos los sentidos puestos en la calidad de sus productos. En el menú se pueden elegir ocho entrantes, tres arroces y carnes o pescados a la parrilla, donde destacan el rape, el lenguado y la chuleta. También hay opciones fuera de carta y de temporada.
En lo que respecta al futuro, Olano no esconde su ambición: “Queremos ser activos y no estancarnos, es decir, innovar respetando la esencia de la cocina tradicional vasca. Asimismo, buscamos sentirnos realizados por el trabajo bien hecho. La consecuencia de hacer bien las cosas es que los clientes vuelvan. A veces reservan nada más salir del restaurante, con el estómago lleno, porque quieren vivir la experiencia de nuevo. No hay mejor señal que esa”, explica Pérez, orgullosa.
Para Olano, el hecho de no tener redes sociales no es un hándicap por el momento, sino todo lo contrario: “Creo que eso aporta cierto misterio a lo que hacemos. Nos llaman para reservar mesa sin saber exactamente lo que damos. Lo hacen porque alguien se lo ha recomendado y se fían. Vienen intrigados y pienso que esa es una gran señal”.