“Buena noticia, pero...” - La prensa de orden celebra el dos por uno. La ley trans se queda en la nevera y, de propina, provoca la pelea entre los dos socios del Gobierno español. Casi tal cual lo glosaba el editorialista de El Mundo: “Es una buena noticia que el PSOE haya dado marcha atrás y, apoyándose en PP y Vox, retrase la tramitación de la ley trans. La decisión llega muy tarde, tras haber concedido a Irene Montero la vía de urgencia parlamentaria para cercenar el debate y bloquear la comparecencia de expertos”. Sin embargo, unas páginas más allá, Santiago González lanzaba una advertencia mirando a Génova: “Claro que el PP hará muy bien en tentarse la ropa. Lo de que Sánchez esté dispuesto a limar de la ley trans, será aún insoportable para una mente y una conciencia normales”.
Que lo aproveche el PP - También Ignacio Camacho tenía en ABC su recado para Feijóo. Al enemigo, ni agua: “La llamada ley trans es un bodrio jurídico. El juicio de valor lo emiten en voz (cada vez menos) baja bastantes miembros del Gobierno. El PP parece dispuesto a colaborar para corregir la chapuza, ignorando el principio de no distraer al adversario cuando elige el camino equivocado. Si Feijóo piensa derogar la norma, como ha prometido, no necesita echar ahora una mano”.
“Hormonados y mutilados” - En El Español de Pedro J. Ramírez, el editorialista hablaba de una “ley que va contra la natauraleza humana”. Como guinda, se daba voz a una activista antitrans llamada Paula Fraga que se adornaba con teoremas como el que sigue: “Niños y niñas que no se ajustan a las conductas y roles que se espera de ellos por nacer de un sexo determinado. En nombre de la diversidad, y de no se sabe muy bien qué progresismo, se está induciendo a que niños y niñas sanos sean hormonados, mutilados y medicalizados de por vida”. La pieza se titulaba, con pretendido gracejo: “Los niños trans son los padres”.
“La biología no cuenta” - Y poco más o menos por ahí derrapaba también la todóloga Cristina Losada en Libertad Digital: “Al que cree que ha nacido en el cuerpo equivocado, no se le ayuda a aceptarlo: se le impulsa a que lo cambie. Al cambio de sexo. La biología no cuenta, pero la cirugía, sí. El juego con las identidades ha llegado a una última frontera, que es aquella en la que todo se disuelve”.