a Cumbre Internacional del Clima convocada por el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, celebrada de forma virtual debido a la pandemia de covid-19 con la participación de más de 40 presidentes y primeros ministros de todo el mundo así como de líderes de sectores económicos y medioambientales, ha arrojado algunas lecturas muy positivas, enfoques de interés y retos pendientes tras su clausura este pasado viernes. Esta cita, preludio de la COP-26 sobre cambio climático que se celebrará en noviembre en Glasgow, ha escenificado el esperado regreso de Estados Unidos al consenso internacional en la lucha contra el calentamiento global tras el relevo en la Casa Blanca y felizmente superada la etapa negacionista y obstruccionista de Donald Trump, que sacó al país del histórico Acuerdo de París. Biden no solo ha planteado un discurso muy comprometido frente al cambio climático, sino que ha previsto objetivos y medidas más ambiciosos que suponen una importante transformación de su economía. El presidente norteamericano -que se ha apuntado un gran tanto con la convocatoria de esta cita- se comprometió ante los líderes mundiales y la representación de la ONU a reducir a la mitad las emisiones netas de gases de efecto invernadero en 2030 respecto a los niveles de 2005 con el objetivo de alcanzar la neutralidad de emisiones de carbono para 2050. Es verdad que la meta planteada por Biden es algo inferior al compromiso de la Unión Europea, pero, además de suponer un cambio radical en la política norteamericana de los últimos años, es un gran espaldarazo para los planes de lucha contra el cambio climático y un espejo para muchos países altamente contaminantes. Esta es una de las grandes virtudes del compromiso de Biden, pero no la única. El enfoque de su planteamiento, más allá de la “obligación moral” que implica la lucha climática frente al desastre del calentamiento global, es que supone, a su vez, una oportunidad única para la generación de riqueza y la creación de puestos de trabajo con “millones de em-pleos bien remunerados”. Una afirmación que, como gran reto que es, requiere para su materialización de una extraordinaria transformación social, empresarial y económica en cada país bajo el impulso institucional. Tal y como concluyó Biden en la Cumbre, “juntos podemos hacerlo”.