os incidentes violentos, los ataques y lanzamientos de objetos contundentes y los enfrentamientos protagonizados por grupos de numerosas personas contra la Ertzaintza en el marco de las restricciones en vigor para frenar la pandemia de covid-19 pero sin relación causa-efecto con estas medidas continúan presentes en distintos puntos de Euskadi. La noche del sábado cerca de 200 jóvenes se reunieron en la Parte Vieja de Donostia, cruzaron contenedores y lanzaron piedras y botellas contra los agentes de la Policía vasca en un nuevo, lamentable y condenable episodio de violencia callejera incompatible con la convivencia ciudadana democrática e impropio de la grave situación sanitaria que vivimos. Estos altercados no son hechos aislados. Vienen repitiéndose cíclicamente cada fin de semana, como ocurriera anteriormente, por ejemplo, en la misma Donostia y en Santurtzi, entre otros lugares. Estos altercados violentos, muchos de ellos organizados -una reunión de aproximadamente 200 personas en la actual situación no tiene nada de casual- , deben parar ya. Sin excusas. La vinculación con la izquierda abertzale de, al menos, la mayor parte de los participantes en estos hechos es más que evidente y contrastable. La actitud y la respuesta de los dirigentes de EH Bildu, y también de Elkarrekin Podemos, a los incidentes -incluso acusando a la Ertzaintza de los mismos- no es solo inaceptable en términos democráticos y cívicos, sino que -a la vista está- ofrece cobertura ideológica a los violentos y da alas a sus comportamientos. Durante la pasada semana, los ayuntamientos de Santurtzi (el lunes) y de Donostia (el martes) aprobaron sendas resoluciones de condena de los actos violentos y de apoyo a la Ertzaintza y las policías locales. De manera coordinada y con argumentarios calcados, EH Bildu rechazó en ambas localidades apoyar los textos consensuados entre el resto de fuerzas. De igual modo, las declaraciones de dirigentes de la formación han ido más en el sentido de criticar la actuación de las Policías que de reprochar los ataques. Es obvio que la izquierda abertzale tiene una responsabilidad añadida en este asunto que se niega a asumir por vértigo ideológico y cálculo político. Sin embargo, debe hacerlo antes de que se le vaya de las manos. Una actitud pública de firme rechazo sería el mejor comienzo.