a evidente afección a la economía de la parálisis de actividad productiva consecuencia de la pandemia y el horizonte de incertidumbres que a nivel global dibuja un escenario cuando menos preocupante en relación a las estructuras socioeconómicas en Europa, y entre ellas las de Euskadi, sitúa a nuestro país en una encrucijada muy similar a la que ya afrontó durante más de una década, desde los albores de la transición política (1975) hasta el desarrollo y asiento iniciales de las estructuras de autogobierno (1990). Se trata por tanto de reinventarnos, de reinventar Euskadi de nuevo, de poner en marcha y adecuar la evolución ya diseñada desde las instituciones vascas para esta tercera década del siglo XXI como se hizo, con la herramienta de la entrada en vigor del Concierto Económico en 1981, tras el desastre social y económico provocado por las dramáticas inundaciones que asolaron nuestro país el 26 de agosto de 1983. Pero mientras aquel drama terminó por forzar la remodelación de un sistema económico que se deshacía desde el tardofranquismo, con sectores industriales faltos de competitividad y sin el imprescindible desarrollo tecnológico, especialmente en las industrias siderúrgica, metalúrgica y de bienes de equipo que habían ejercido de tractor económico del país, en esta ocasión los efectos de este nuevo desastre provocado por la naturaleza que es el