e cumplen hoy tres meses de la aprobación por parte del Gobierno español del estado de alarma decretado el 14 de marzo ante la grave crisis sanitaria a causa de la pandemia de coronavirus y que, aun en diferentes fases de la desescalada según la realidad de los respectivos territorios, sigue aún en vigor. Desde entonces, y aunque el clima de confrontación política estaba ya instalado en el Estado sobre todo tras la moción de censura que desalojó del Gobierno a Mariano Rajoy y al PP, la crispación, el enfrentamiento descarnado e incluso el insulto como única estrategia se han adueñado de la vida política en los partidos e instituciones españoles. El impacto de la pandemia, con sus gravísimas consecuencias en vidas humanas -más de 27.000 muertos-, con efectos catastróficos también en la economía que auguran una dura crisis que llevará a miles de familias al paro y la pobreza y con secuelas asimismo en el sistema sanitario y sus profesionales y en el conjunto de la población, hubiese merecido otros modos de actuación y debería haber obligado, aun por pura responsabilidad que algunos podrían incluso alardear de patriótica, al logro de acuerdos básicos o a un gran pacto de estado. Nada de eso ha sucedido en el Estado español. Por el contrario, la derecha (PP y Vox, tras los últimos desmarques de Ciudadanos) ha tomado la firme determinación de valerse de la pandemia para desgastar al Gobierno de coalición PSOE-Podemos mediante la utilización de cualquier argumento, incluida la manipulación, las medias verdades y el ataque directo utilizando también la Justicia, aunque ello debilite las propias instituciones bajo la pretensión de deslegitimar al Ejecutivo. Más allá de los errores que pueda haber cometido el Gobierno Sánchez -y que la oposición puede y debe apuntar con actitud constructiva y responsable-, las posiciones de la derecha solo generan, además de crispación, mayor angustia social y más desafección por la política y los políticos, lo que beneficia al populismo y a la ultraderecha de Vox. Euskadi, a las puertas de una campaña electoral, tampoco se libra de estos intentos de confrontación, liderados tanto por el PP como por EH Bildu e incluso, paradójicamente, por Elkarrekin Podemos, dispuestos a utilizar la crisis sanitaria para polarizar la política y obtener rédito en las urnas, una estrategia que se antoja no ya equivocada y nociva sino contraproducente.