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Con la venia

¿No hay poli bueno?

Parece cierta esa animadversión entre cierto sector de la sociedad vasca y la Ertzaintza

¿No hay poli bueno?EP

Alguien que no se sabe cuándo tuvo una mala experiencia personal por la conducta de un agente policial puso en circulación esta sentencia, considerada por muchos como sabiduría popular, argumento que suele resultar también arriesgado y aun engañoso como, por ejemplo, el otro dicho subsiguiente de “…ni gitano con gafas”. En cualquier caso, parece cierta esa animadversión entre cierto sector de la sociedad vasca y la Ertzaintza.

No es sencillo llegar a las raíces de esa malquerencia, pero hay que reconocer que viene de antiguo, casi desde la creación de la policía autonómica vasca. En el inicio de los 80, confrontaban el modelo de policía integral al que aspiraba el Gobierno Vasco con el poco definido defendido por la entonces Izquierda Abertzale que, según prototipo atribuido al dirigente de ETA Txomin Iturbe, se asemejaría al “Bobby” londinense, o al miquelete, o a cualquier policía de proximidad. En base al Estatuto de Gernika prevaleció el criterio de dotar a Euskadi de una policía integral, asimilable a todos los efectos con otros cuerpos policiales europeos y ya desde el primer momento algún ingenioso ilustrado bautizó a los ertzainas como “zipaios”, en alusión a los soldados indios que en el siglo XIX lucharon con los ingleses y contra los rebeldes independentistas.

Los primeros tiempos de la Ertzaintza fueron de alta tensión en los que ETA estaba muy presente, directamente atentando o en multitudinario apoyo de “kale borroka” y eslogans arrebatados expresados por aquella “juventud alegre y combativa” que reivindicaba “jaiak bai, borroka ere bai”. Desde aquel inicio estuvieron enfrente, muy enfrente. La mera aparición de la Ertzaintza en un conflicto era recibida con hostilidad, “ertzaina, policía, la misma porquería”, y el enfrentamiento pasó a mayores llegando los ertzainas a ser objetivo directo de ETA con su secuela de hostigamiento y hasta asesinatos, y la constatación de excesos y abusos graves por parte del cuerpo policial.

Pasó aquella generación, desapareció ETA, la izquierda independentista asumió su papel en su representación democrática, pero es evidente que las heridas no acabaron de sanar. Todavía es frecuente que la aparición de la Ertzaintza en un conflicto público sea recibida con hostilidad y expresiones de odio, respondida a veces con dureza por parte de agentes que se sienten agredidos. Creo que aún existe un odio incontrolado, un desencuentro histórico que lleva a situaciones de conflicto inevitable.

La policía vasca debe ser tan democrática como respetable y respetada en el curso de sus actuaciones, y en ellas debe exigírsele tanta eficacias como moderación. De la misma manera, las expresiones de la gente, sean festivas o reivindicativas, no pueden ser reprimidas desde el odio o tratadas con desconsideración.

No es fácil recomponer un roto de décadas, pero debería quedar claro que retroceder a los peores tiempos de nuestro recuerdo es quebrar la libertad y entorpecer nuestro futuro. Ni todo el monte es orégano y a mí no me manda nadie, ni la policía siempre tiene la razón.