A la ultraderecha, quiero decir. Entre otros están degradando de tal manera el normal funcionamiento de la democracia, que a medida que avanza la legislatura se le están abriendo todas las puertas a la involución facha. Y casi no hace falta recurrir a las encuestas, porque basta con el rosario de sobresaltos que relatan los informativos. Por si fuera poco el estercolero político diseminado a cuenta del caso Cerdán, Ábalos, Koldo, Jésica, Carlota, Clara, Nicoleta, Patricia y demás coimas adyacentes, por si fuera poca la decepción padecida por las gentes progresistas que contra viento y marea vienen apoyando que gobierne el PSOE, de repente nos enteramos del latrocinio liderado por Cristóbal Montoro, célebre austericida exministro del PP que chuleó a todos los contribuyentes engordando su chiringuito a golpes del BOE. Inoportuna cazada –caza mayor– que ha dejado casi mudo al aspirante Feijóo cuando intensificaba toda su estrategia para llegar por fin a la derrota del sanchismo centrada en la corrupción del PSOE.
En un abrir y cerrar de ojos se ha pasado de la corrupción cutre a la corrupción premium, que diría Rufián. Cualquier análisis lógico confirmaría que el bipartidismo, la alternancia PP-PSOE, conduce sistemáticamente a la corrupción. Y qué más quiere la ultraderecha, concretamente Vox, para que el Santiago matamoros en que se ha convertido Abascal llegue a liderar un apoyo de tal magnitud que de una u otra manera acabe gobernando.
“Todos son iguales”, sentencian las redes sociales, pero concretando: PP y PSOE, que son los que han estado gobernando, tal para cual, todos corruptos, no les votéis. Es la hora de los patriotas, de los puros, de los no contaminados. Y el rebaño depositará su papeleta: ¡Vox, Falange, Alvise y demás ultras, al poder!
Junts
Por si no fueran bastante las trampas y corrupciones que han dejado medio descompuesto a Pedro Sánchez, a su Gobierno bipartito y a sus apoyos progresistas, ya sólo faltaba que vayan minando la esperanza los maximalismos esencialistas de Junts, el resentimiento suicida de Podemos y las veleidades inesperadas de unos aliados que dejan a Sánchez con el culo al aire cada vez con más frecuencia.
En efecto, ante este panorama cada vez parece más posible una regresión antidemocrática que ni siquiera vaya a ser liderada en exclusiva por un Partido Popular que chorrea corrupción y revanchismo, sino que entre unos y otros se lo están poniendo a huevo a la extrema derecha como socio de honor.
No tienen ni idea los que juegan con fuego y debilitan el bloque de progreso que a trancas y barrancas sigue liderando Pedro Sánchez, no tienen ni idea, digo, de la que nos espera si Abascal y sus gentes tocan poder. Y están en ello.