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Con la venia

De dónde venimos y a dónde vamos

Si el bloque progresista no supera la crisis decepcionante en la que nos encontramos, el próximo futuro va a ser un horror.

De dónde venimos y a dónde vamosEUROPA PRESS

Con todo su morro, Feijóo pretende ahora que los partidos que apoyaron la moción de censura a Rajoy y vienen manteniendo –a trancas y barrancas– el Gobierno de Pedro Sánchez se rebelen y unan sus votos al PP para desalojarle. Hace falta desvergüenza para llamar a una especie de rebelión a las fuerzas políticas a las que ha venido acusando desde 2018 de las peores infamias contra la Constitución y, por supuesto, contra España. En su torpeza, el líder del PP reclama que esos partidos se pasen a su bando al mismo tiempo que les acusa de complicidad con la corrupción. En su desesperación por la posibilidad de que se le escape esta oportunidad, les mete presión amenazándoles.

Es evidente que los últimos –o penúltimos– acontecimientos han dejado tambaleándose la incierta estabilidad en la que ha sobrevivido Pedro Sánchez. La estocada que le han dado los tres presuntos corruptos ha condenado al Gobierno a una incierta supervivencia, trasladando la congoja y la inquietud a los votantes de ese conjunto de fuerzas progresistas cosido con hilvanes desde el primer momento; un Gobierno frágil al que no se le pueden negar importantes avances sociales. Han sido años de sobresaltos, amagos de quebranto interno, acuerdos hasta el infinito, cesiones y habilidades para sacar tajada de la propia debilidad. Todo ello resistiendo a un acoso nunca visto en democracia, hasta llegar a este momento en el que el muñeco parece roto.

La derecha extrema y la extrema derecha creen que ya han llegado al asalto final y no va a despreciar la ocasión. No en vano, el PP ha decidido pasar a la vanguardia a los dóberman más agresivos, a la jauría más estridente, mientras la ultraderecha se dispone en serio a tomar la calle y desalojar la Moncloa a palos.

Después de las omnipresentes grabaciones del tal Koldo que tanto han cundido mediática y judicialmente, el denominado bloque progresista ha quedado en shock, estupefacto. Ante semejante escándalo, los apoyos de Sánchez han coincidido, además de reprobar la presunta corrupción, en pedir explicaciones al presidente del Gobierno. Y digo yo, qué va a explicar que no se sepa o, al menos, se intuya de lo ya conocido. Sería pedir explicaciones en vano esperar que Pedro Sánchez reconociera que estaba al tanto de las presuntas fechorías de los Cerdán, Ábalos y Koldo. Es una exigencia de oficio, y los responsables de los apoyos a Sánchez saben que cualquier explicación no va a aclarar nada más y que no va a ir más lejos que la inmediata y enérgica decisión de apartar a los encausados del PSOE.

Muy posiblemente va a seguir siendo un verano caliente pero todo parece indicar que Sánchez va a seguir resistiendo. Eso sí, la parte socialista del Gobierno insistirá en resistir pero quedará más debilitada, lo que puede suponer una reactivación de las presiones que provengan de las fuerzas de apoyo y, al mismo tiempo, la mayor agresividad –si aún es posible– de la derecha a la espera de su oportunidad.

Hemos llegado hasta aquí a trompicones pero con un resultado sin duda beneficioso para la mayoría de la gente y en especial para los más débiles.

No han faltado sobresaltos, decepciones y agobios, pero desde la justicia igualitaria ha merecido la pena. Si el bloque progresista no supera la crisis decepcionante en la que nos encontramos, el próximo futuro va a ser un horror.